Aunque con algo de retraso, hoy continuamos nuestras crónicas asiáticas con todo lo que pudimos ver el pasado Sitges Film Festival 2023. Pretendo publicar las dos entradas que nos quedan antes de final de año, esperemos que el tiempo nos lo permita y puedan tener al completo nuestras impresiones sobre el festival. Recuerden que también pueden vernos en “El Kwoon de Media Tarde”, donde ya hemos realizado dos especiales a este respecto.

Una de las películas que más me sorprendieron de la edición 2021 del festival de Sitges fue una cinta japonesa pequeñita, independiente y rebosante de originalidad. Beyond the Infinite Two Minutes, del realizador Junta Yamaguchi, nos proponía una película de juegos temporales en donde una televisión de un pequeño restaurante mostraba lo que sucedería dos minutos en el futuro. Llena de humor y grabada en su totalidad en plano secuencia, mostraba el saber hacer de su director y la tremenda planificación que requería una propuesta de estas características.

River, la nueva propuesta de Yamaguchi, vuelve a los bucles temporales de dos minutos, pero en esta ocasión en un pequeño complejo hotelero en la montaña en donde sus visitantes y trabajadores resetearan sus vidas cada dos minutos volviendo a un punto de partida pero recordando todo lo que sucede.

Parecía difícil que volver a un concepto tan concreto como el de bucles temporales de dos minutos pudiera ofrecer algo realmente llamativo, y es sorprendente como Yamaguchi vuelve a atraparnos entre humor, sentimiento, un poco de locura y unos exuberantes paisajes jugando de nuevo con el plano secuencia, esta vez de dos minutos de duración cada vez. Esta es una de esas películas simpáticas, que vez con una sonrisa en la cara y con las que te dejas llevar y sorprender por sus giros a la hora de explorar su premisa. Otra pequeña maravilla de su director que merece muchísimo la pena.

En 2016 la excepcional cinta de terror iraní Under the Shadow ganó el premio a mejor película de la sección Noves Visions en el festival. Yo la vi poco después en el Fancine de Málaga, donde llegó a ganar el premio a mejor película del festival. Esta película nos situaba en la Revolución islámica iraní de finales de la década de 1970 y usaba el terror como reflejo social de lo que se avecinaba en relación al sufrimiento de muchas mujeres, en este caso una madre y su hija. Es un grandísimo ejemplo de ese cine que utiliza el género como medio de representación o crítica social.

El caso es que In Flames sigue esa misma línea, usar el género para tratar temas sociales relacionados con el papel de la mujer, en este caso en Pakistán, y sobre todo el de la mujer soltera o viuda, sin un hombre que la sustente, o el de la joven que debe ceñirse a ese papel social que es buscar pareja y asentarse junto a un hombre. La película nos muestra a una madre viuda y su hija, y las vicisitudes que han de pasar en una sociedad inherentemente machista.

Realmente me gusta el aspecto y la esencia que el realizador Zarrar Kahn, siempre comprometido con temas sociales y de minorías, me quiere trasmitir y creo que lo consigue en buena parte de su metraje, pero su tramo final me desconcierta y sus elementos de género me descolocan un poco, contradiciendo el discurso que me estaba haciendo mientras la veía. He meditado mucho sobre ello, porque me dejó poso y puedo encontrarle explicaciones y motivos, pero en el mensaje directo en su final me dejó un poco frío. La cinta trata temas complejos, el abuso en todas sus formas y como una mujer puede sobrevivir en una sociedad regida por el hombre, y creo que merece la pena verse.

Siento ser tan ambiguo pero no puedo exponer mis inquietudes sin destriparles todo el final de la película. Si la ven y quieren que charlemos por las redes o en el “Kwoon de media tarde”, yo encantado.

El Sitges Pitchbox, actualmente llamado Sitges FanPitch, es un concurso de presentación de proyectos de largometrajes y series en busca de financiación, con un modelo similar a los realizados pro otros festivales a nivel internacional. Tiger Stripes, debut en la dirección de la directora malaya Amanda Nell Eu, pasó por esta iniciativa y que mejor lugar que Sitges para estrenar la película una vez realizada.

Su guion nos sitúa en una pequeña comunidad rural malaya y se centra en una joven que es la primera en su grupo de amigas en llegar a la pubertad, lo cual no solo trae una serie de cambios sociales relacionados con las costumbres y la religión imperante, sino también físicos.

Este coming on age que juega con el fantástico me gustó mucho por como está realizado. Explora temas como los cambios que conlleva el paso a la adultez, el bullyng escolar, lo complejo de la vida en las zonas rurales y las costumbres enajenadas relacionadas con la religión o el “chamanismo” en este tipo de comunidades, y lo hace con un aire muy juvenil, apelando a los medios que usaría una de estas niñas, grabando videos de TikTok, escuchando música actual, y catalizando eso que siempre ha sido una característica de la juventud, la rebeldía contra el sistema. La cosa es que esa rebeldía, esa ira contra todo, se lleva la fantástico de forma sutil y controlada, pero realmente interesante. Ojo además al gran papel de su protagonista Zafreen Zairizal, que recibió una mención especial del jurado por su interpretación.

Me parece una película loable, con un claro carácter social pero sin realmente destacar en su propuesta fantástica, algo pequeñito para ver y reflexionar.

Best Wishes to All venía abalada por los premios que su director, Yuta Shimotsu, había cosechado por su cortometraje homónimo, además de estar producida por uno de los grandes del terror local, el creador de Ju-on Takashi Shimizu.

La historia se centra en una joven estudiante de enfermería que visita a sus abuelos en el campo. Lo que es una reunión alegre pronto irá tornándose extraña ante le comportamiento errático de los ancianos, pero estos esconden un oscuro secreto que hará tambalear la propia cordura dela joven.

Nos encontramos ante un folk horror japonés, ese que se basa en la naturalidad de los extraño, que se aleja diametralmente del concepto de terror occidental, del de sustos, fantasmas y monstruos, y se acerca más a obras que podrían haber salido del lápiz de Junji Ito o la mano de Kiyoshi Kurosawa. Su guion es sobrio y extraño, de esos que divagan sobre la felicidad y como las personas son felices a costa de otros, pero que por momentos se adentra en una locura casi de pesadilla, con diferentes tonos que van y vienen, y un mensaje de esos pesimistas y desconcertantes. Es una obra de corte clásico, muy interesante y bien realizada que hará las delicias de los aficionados a esa parte del género que no busca el efectismo, sino la incomodidad de los cotidiano.

A veces una película se te mete dentro. Da igual que sea “buena” o “mala”, simplemente recuerdas escenas o partes de su banda sonora y te dan ganas de volver a verla sin importar las veces que la has visto anteriormente. No tengo muy claro el por qué, pero me ha pasado con Killing Romance, la he visto ya varias veces y su estilo me gusta muchísimo. Las Comfort movies, como se le llama ahora.

La última película de Lee Won-suk es una especie de cuento de hadas, que comienza con una señora mayor contando una historia de una especie de libro infantil, que narra las desventuras de una famosa actriz que vive con un esposo que la subyuga pero que no puede abandonar así como así.

Y es que realmente, más allá de su envoltorio de comedia musical de recargado estilo kitsch, la película es una historia de maltrato intrafamiliar, de subyugación de la mujer en el hogar y, de una manera mucho más amplia y general, de buscar nuestro propio camino y liberarnos de la toxicidad que nos atrapa. Lee Won-suk envuelve todo en algo realmente especial que, curiosamente, va en contra lo que gusta en Corea -por eso fue un fracaso en taquilla-, pero que personalmente me encanta: un imaginario muy personal, comedia que ronda lo estúpido, extrema sobreactuación actoral -ojo a Lee Sun-Kyun y su It’s gooooood-, números musicales… No puedo evitar estar todo el tiempo con una sonrisa y emocionarme en algunas escenas.

Tuvimos la suerte de poder charlar con Lee Won-suk, que estuvo presentando la película los días del festival, un tipo algo excéntrico, simpático y muy divertido.

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