Parece que el terror un género, al menos en lo cinematográfico, es cultivado mayoritariamente por hombres, pese a que directoras como Kathryn Bigelow, Jackie Kong o Roberta Findlay lo hayan tocado con mayor o menor asiduidad en el pasado. En los últimos años un buen puñado de cineastas como Jennifer Kent o Natalie Erika James parece dispuesto a remediar esta ausencia y ocupar un merecido espacio, sintiendo debilidad por esa variante que ha venido a denominarse como “terror elevado”. Más aún se observa esta carencia de nombres femeninos en el cine japonés, donde una sociedad percibida como machista y tradicionalista en exceso parece poner más trabas aún para el acceso a la dirección a mujeres. Eso no impide que a lo largo de las últimas décadas se hayan dado a conocer una serie de figuras que han aportado su visión sobre el género dando muestra de una personalidad y señas autorales propias. Para este artículo hemos reunido a cuatro mujeres, cuatro directoras, que han aportado su granito de arena y han dejado su huella en el cine de terror, autoras muy diferenciadas, interesantes y, lo que es mejor todavía cuando hablamos del J-Horror, sin echar mano de los pelos largos. Ellas son: Shimako Sato, Kei Fujiwara, Mari Asato y Lisa Takeba. Haremos a continuación un rápido repaso por las carreras de este póker de directoras.

Shimako Sato

Los orígenes cinematográficos de Shimako Sato (1964), curiosamente, no se encuentran en el cine japonés, sino en el inglés. Tal vez debido a sus estudios en la London International Film School, su debut se produjo en Inglaterra en el año 1992 con Tale of a Vampire (estrenada en el mercado videográfico español como Diario de un vampiro), pese a que contara con financiación japonesa (aparentemente surgió como un proyecto personal anterior de 60 minutos rodado en vídeo). Protagonizaba Julian Sands como un lánguido vampiro que vivía en Londres y que había atravesado océanos de tiempo llorando por su amada, Tale of a vampire es la obra de un director que debuta y quiere impresionar y demostrar todo lo bueno que es y sabe de cine. Así se decanta por una historia fantástica vampírica de aires románticos (más cerca de Anne Rice o del Dracula de Coppola que de Los viajeros de la noche) donde apenas hay terror, apenas sucede nada interesante (la historia es menos trascendente de lo que se cree su guionista, la propia Sato) y solo aporta aburrimiento. Mucha ambición de trascendencia, pero escasos logros, ni siquiera la inspiración en Edgar Allan Poe la salva.

En 1995, ya en suelo japonés, filma Eko Eko Azarak: Wizard of Darkness, a partir de una obra del mangaka especializado en terror Shinichi Koga. Con presupuesto ajustado y un look muy del cine japonés de los 90, nos traslada a un instituto donde hasta el menos pintado controla de brujería y hechicería. La protagonista, experta en magia, deberá medir sus fuerzas nigrománticas con las de una malvada profesora. Con ritmo ágil, toques gore y algo de lesbianismo, era una producción modesta pero efectiva y altamente entretenida, que obtuvo el Premio de la Crítica en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Yubari. Además de dar inicio a una longeva franquicia de películas y series.

El éxito del film provocaría una rápida secuela al año siguiente de la que se encargaría de nuevo Sato: Eko Eko Azarak II: Birth of the Wizard. Repetía actriz central y equipo, aunque en esta ocasión se planteaba una precuela de la película precedente acerca del origen de la protagonista en la que un ente cambiacuerpos a lo The Hidden perseguía a nuestra hechicera. La propuesta era igualmente modesta, con un look muy en la onda de la anterior, con agradecidos toques gore, que funcionaba y lograba ser también bastante entretenida. Curiosamente, ni directora ni actriz repetirían en la tercera y consiguientes entregas, que denotaron una notable bajada de calidad.

Tras lo que parecía el comienzo de una prometedora carrera dentro del terror, desde su salida de la franquicia Eko Eko Azarak, su trayectoria se centrará principalmente en la escritura de guiones y en la televisión. Su nombre se lo podrá encontrar además como directora en lo que se perciben trabajos alimenticios para escenas de videojuegos de la serie Resident Evil. Para el cine, dejará su firma en los guiones de títulos como Ballad (2009) o Space Battleship Yamato (2010), colaboraciones con el director Takashi Yamazaki que saltarán de lo laboral a lo afectivo cuando contraigan matrimonio en 2012.

Dentro de televisión, probablemente sus trabajos más reconocidos, o al menos en los que contó con una mayor implicación, fueron los que llevó a cabo para la serie Unfair (2006) de la que se encargó de guiones y fue la responsable de la dirección de dos de los largometrajes producidos para la gran pantalla: Unfair: The Answer (2011) y Unfair: The End (2015). En esta saga se nos presentaba a la mujer agente especial más dura de todo Tokio, en una serie de enrevesadas intrigas criminales que implicaban a altos cargos del estamento policial. Dos filmes tan entretenidos y efectivos como formularios que suponen sus dos últimos trabajos en la silla de directora.

Pese a todo, no puedo cerrar este repaso a la trayectoria de Sato sin dejar de comentar su otra gran producción dentro del fantástico (aunque no pertenezca realmente al terror): K-20. Legend of the Mask, de 2008. Aquí manejaba un presupuesto holgado y contaba con una estrella como protagonista, el taiwanés Takeshi Kaneshiro. Nos presentaba una versión alternativa de Japón en 1949 en que la 2ª Guerra Mundial nunca había sucedido y donde una especie de Robin Hood enmascarado se dedica a robar a los ricos para darle el dinero a los pobres. Basado en unas novelas de So Kitamura, tenía su inspiración en un personaje de Edogawa Rampo y presentaba una trepidante propuesta de aventuras superheroicas, de aire pulp, lujosa ambientación y muy espectacular, ciertamente muy divertida. Probablemente, el film como directora de Sato más interesante y una línea directorial que, por desgracia, no tuvo continuidad.

Kei Fujiwara

Aunque breve, de nuestro cuarteto de directoras, la filmografía de Kei Fujiwara es sin duda la más perturbadora y malsana de todas ellas. Alguno podría pensar que interpretar a la esposa del Tetsuo de Shinya Tsukamoto y enfrentarse a su pene taladro podría perturbar la imaginación de cualquiera, pero, con toda seguridad, no sea más que una mera coincidencia. Fujiwara dio sus primeros pasos con Tsukamoto, en sus primeros cortos y en su film debut, desempeñando labores tanto detrás como delante de las cámaras. Cuando su mentor fue a dirigir Hiruko the goblin (1991) para la Shochiku, la discípula aventajada decidió formar una compañía de teatro experimental que llamaría “Organ Vital”. A través de su propia empresa teatral representó una pieza titulada “Organ”, que en 1996 decidió llevar a la gran pantalla con el mismo título y para la que contó con buena parte de su reparto de actores. La película sería un producto 100% Fujiwara ya que nuestra mujer orquesta no solo se ocupaba del puesto de directora, sino que además era la autora del guion, directora de fotografía y se encargaba del diseño de producción. Y por si esto fuera poco, también se reservó un papel secundario como actriz.

El producto final que ofreció Fujiwara resulta una película difícil de olvidar; su visionado se convierte en una experiencia purulenta; un desagradable cúmulo de inmundicia, repugnancia y enfermedad (física y mental). El punto de arranque sobre tráfico de órganos muta en una sórdida historia de personajes inmorales cubierta de supurantes transformaciones corporales, bañada en sangre y salpicada de crímenes. Y donde los malsanos ambientes donde transcurre la acción pueden competir en suciedad con la catadura moral de sus protagonistas. Un microcosmos de pus y personajes condenables donde incluso el sexo resulta algo sucio.

Se pueden reconocer influencias varias en las imágenes del film. Es fácil pensar en el cine de David Cronenberg, en el body horror y en la Nueva Carne. Incluso tiene algo de Tsukamoto. El film es irregular, su nudo se hace denso y, por momentos, el guion parece que no sabe qué hacer con sus personajes, pero se trata de una experiencia, qué duda cabe, impactante y difícil de olvidar.

Fujiwara no retornaría a la dirección cinematográfica hasta 2005, con Id. El universo de nuestra autora sigue ahí, manteniendo la fealdad visual y el bizarrismo, añadiéndole, eso sí, algunas gotas de humor. El guion, si en el anterior film podía parecer por momentos inconexo, en esta ocasión lo es totalmente ya que viene a estar conformado por una sucesión de episodios cómico-patéticos por parte de una serie de sucios personajes movidos entre granjas de cerdos y de mugre. Parece desarrollarse en el mismo universo de Organ e incluso aparecen personajes de la precedente, lo que convierten el último tercio del film en una especie de inesperada continuación que lleva al límite el grado de deformación corporal presenciado hasta el momento. Como si formara parte del demente final de otro film insertado en este, veremos a personajes conocidos de Organ llevando a cabo su alucinante enfrentamiento final. La película es pesada y los grotescos personajes que la pueblan difícilmente pueden despertar la simpatía de nadie, pero su esquizofrénica estructura argumental consigue horadar un hueco entre los recuerdos de nuestro (una vez concluido el film) maltratado cerebro.

Id fue el último largometraje dirigido por Fujiwara y, por desgracia, desde entonces no se le ha vuelto a ver por la gran pantalla.

Mari Asato

Mari Asato, de nuestro cuarteto de directoras del horror, es la que ha tenido una carrera más continuada, aunque haya sido a costa de llevar a cabo muchos títulos para franquicias multimedia con escasas posibilidades de ofrecer productos de calidad o con señas autorales, o al servicio de idols populares. Los inicios de nuestra directora estuvieron conectados con Kiyoshi Kurosawa, para el que trabajó como fotógrafa aprendiz en el rodaje de Barren Illusions en 1999. Unos años más tarde trabajó con Hiroshi Takahashi como asistente de dirección en la producción de Sodom the Killer (2004). Ese mismo año dio el salto a la dirección con un film de acción, Samurai Chicks, de protagonismo femenino y que lograba sacar un amplio partido de su escaso presupuesto.

También en ese año 2004 dirigía The Boy from Hell, como parte de la serie televisiva “Hideshi Hino’s Theater of Horror” en que se adaptaban obras del mangaka de terror Hideshi Hino. El episodio, de en torno a los 50 minutos, adolecía de barato y de estética pobre de cámara digital, pero aún con sus limitaciones y disfrutando de unos FX físicos aceptables, adaptaba con dignidad el particular universo de Hino poblado de criaturas grotescas y a la vez trágicas.

Tras ocuparse de uno de los fragmentos en el film episódico Have a Nice Day, de 2006, junto a otros 14 directores, no volvería a dirigir hasta 2008. Twilight Syndrome: Deadly Theme Park vendría a iniciar la constante de buena parte de la carrera de nuestra autora, encargándose de la realización de títulos vinculados a sagas de videojuegos de terror o a franquicias multimedia, producciones de poco fuste destinadas a buscar su público potencial entre los aficionados a un juego popular. Twilight Syndrome era un videojuego de horror que fue distribuido únicamente en Japón y que nació a mediados de los 1990. Los juegos generalmente seguían a chicas de secundaria que investigaban leyendas urbanas sobre fantasmas y otros sucesos paranormales en su escuela y en su vecindario. Ya generó un film en el año 2000 y en 2008 se lanzaron casi con simultaneidad dos largometrajes: Dead Cruise y el dirigido por Asato, también conocido como Dead Go Round. Poco que defender en esta producción, sobre un grupo de personajes que son aniquilados en un parque de atracciones víctimas de un sádico juego. Aunque se puede disfrutar de su toque cómico involuntario en lo ridículo de algunas muertes y de lo absurdo de alguno de los monstruos, como una pelota blanca gigante asesina que abochornaría al John Carpenter de Dark Star.

En 2009, nuestra directora se vería envuelta en otra saga de terror popular, Ju-On. Con motivo del décimo aniversario de la serie, se rodaron un par de títulos, siendo Asato la encargada de uno de ellos: Ju-on: Black Ghost (el otro sería Ju-On: White Ghost, por Ryuta Miyake). La serie de The Grudge ya estaba desgastada desde hacía mucho tiempo, entre Japón y Estados Unidos y esta breve película (apenas llega a la hora de duración) no ofrece más que un más de lo mismo y un aburrimiento que se hace eterno (y eso que el film es corto).

Saltamos ahora hasta 2011 en que se encargó de Cellular Girlfriends, secuela de Mobile Boyfriend (Keitai Kareshi), de 2009. Esta trataba de uno de estos conceptos tan del J-horror en que una aplicación de móviles para ligar provocaba el suicidio de unas chicas de instituto. La continuación dirigida por Asato seguía el mismo patrón pero cambiaba al protagonista del juego, masculino en la anterior, femenina en esta. El film tiene poco de interés: malas interpretaciones, giros de guion inverosímiles, realización pobretona… da la sensación de encargo hecho con poco interés. Curiosamente, protagoniza Airi Suzuki, idol que también sería cabeza de cartel del siguiente proyecto de nuestra directora.

Y este fue Ring of Curse (también conocido como I’m Sorry) de 2011 que, por fin, marcaba el inicio de una mejoría por parte de Asato y los mejores años de su carrera dentro del terror. Y eso que, a priori, todo apuntaba en su contra: vehículo para el lucimiento del trío de idols Buono!, basado en una novela para móviles de Yuka Hidaka y con un planteamiento de lo más sobado del J-Horror de los 2000 (sobre unos textos que matan al que los lee). Pero la realización es estilizada, elegante, con cuidados e inquietantes planos y un inesperado y agradecido aire melancólico. Además, con un giro metalingüístico que le aporta una gracia especial al conjunto. Que esquive los inevitables pelos largos del género es un detalle también a agradecer. Recomendable.

Tras esto, de nuevo a las franquicias, rodando en 2012 nada menos que tres entregas de la saga futurista The Chasing World, en concreto la tercera, la cuarta y la quinta. La serie planteaba un futuro en que las personas con sangre tipo B son perseguidas para poner fin a sus vidas y sus protagonistas, distintos en cada película debían huir y luchar por su supervivencia. Filmes breves, de poco más de una hora, escasa ambición y rutinarios.

Menos mal que 2014 nos traería su mejor año con la presentación de dos interesantes títulos. El primero de ellos, de nuevo vinculado a un videojuego de terror: Fatal Frame, a partir de una novelización de Eiji Otsuka sobre el juego Project Zero. Asato supera cualquier expectativa que pudiera haber respecto a una producción de este estilo. Esta historia sobre fantasmas en un colegio católico femenino, con ribetes de lesbianismo ofrece una atmosférica realización, cuidada ambientación y elegancia visual, que incluso se permite homenajes pictóricos como el Ofelia de John Everett Millais. Pese a que su misterio y resolución no ofrece nada que no hayamos visto muchas veces antes, su exquisitez formal y el cómo evita lugares comunes del terror nipón la convierten en una producción de verdad estimable.

Su segundo título estrenado en 2014, Bilocation también es uno de los más interesantes de la carrera de nuestra cineasta. Aquí se centra en el socorrido tema del doppelgänger, planteando de entrada una inquietante premisa; aunque el tono de terror inicial va derivando hacia la intriga criminal y así también hacia el drama. Exprime a fondo las posibilidades de su planteamiento y viene a plantear en el fondo un mensaje sobre lo difícil de la conciliación entre la vida laboral y familiar de una mujer (especialmente en un país en exceso tradicional como Japón). Entre la lograda atmósfera malrollera del film y su moraleja final, todo ello convierte a esta película en la tal vez más interesante de la carrera de Mari Asato dentro del horror.

Tras rodar en 2016 un segmento para el film colectivo de terror Kidan Piece of Darkness, parece como si nuestra directora hubiera perdido el interés en el género. Hyouka: Forbidden Secrets, de 2017 es un inofensivo film de misterios estudiantiles de impersonal y plana realización. Under Your Bed, de 2019, aun alejado del terror, resulta una producción mucho más interesante. Un duro y turbio drama en que se juntan voyeurismo con maltrato y violencia doméstica, personajes patéticos con víctimas silenciosas. Asato (quien suele firmar los guiones de sus filmes) adapta aquí una novela de Kei Oishi y nos hace simpatizar con su perdedor protagonista, en realidad, un obsesivo acosador que se convierte en el inesperado salvador de su acosada, víctima de malos tratos por parte de su marido. Un film duro, desesperanzado, pero muy interesante.

Los últimos proyectos de Asato han sido televisivos: I”s (2018–2019), serie basada en el manga de Masakazu Katsura, para la que dirigió los 6 últimos episodios, en 2019. Y We Are Just Not Divorced (2021) para la que nuestra directora realizó 8 capítulos. Es de esperar que este periplo televisivo sea solo una etapa pasajera y que pronto vuelva al cine y al terror, género donde más nos gusta que se prodigue.

Lisa Takeba

Nuesta directora final y la última de ellas en incorporarse a la dirección es Lisa Takeba (1983). Los inicios, como para cualquiera, fueron de lo más atípicos: escribiendo un guion para un juego de la Nintendo DS, novelas para móviles… Tras algunos cortos, debutó en la dirección fílmica con The Pinkie, de 2014. Tanto esta como su siguiente película, Haruko’s Paranormal Laboratory, de 2015 se mueven más dentro del terreno romántico (con guiones de la propia directora), pero el componente bizarro, ci-fi y repleto de referencias a la cultura popular de ambas ya denotaba que Lisa Takeba era “una de las nuestras”.
En el caso de The Pinkie, una chica crea un clon del chico que le gusta, el cual prefiere acostarse con la esposa de un jefe yakuza. Esto le supone que le corten el meñique y a partir de él la protagonista fabricará su copia. Comedia excéntrica, referencias pop (Terminator 2, Bruce Lee…), ciencia-ficción, yakuzas, escenas gore… ingredientes combinados en una batidora de regusto altamente agradable, todo ello concentrado en poco más de una hora. Su ópera prima le supuso ganar el Premio a la Mejor Película en el Festival de Yubari.

Mientras tanto, en Haruko’s Paranormal Laboratory, una chica se enamora de su televisor, que se ha convertido en un guapo y bien dotado joven. Se trata de nuevo de una comedia alocada, decididamente “friki”, también de corta duración, con sus guiños a la cultura popular, inclusión de canciones pop y que se atreve incluso a introducir alienígenas en la trama. Imposible no sentir simpatía por la propuesta. Que esté Yoshihiro Nishimura en el equipo de producción ya nos debía dar una pista de que esto no podía ir en serio.

Su película estrenada en 2019 se alejaba del tono pop de las previas y suponía un salto de un cine más independiente a otro más comercial. Signal 100 es una de estas historias que tanto les gusta a los japoneses, donde un grupo de personajes se ve obligado a participar de unas sádicas pruebas en que terminarán matándose los unos a los otros. En esta ocasión, los estudiantes de una clase son hipnotizados para suicidarse si llevan a cabo una de las señales indicadas en la hipnosis (hay 100). Así tenemos una colección de muertes a cada cual más sangrienta y distintiva, enfrentamientos, gore y que, además, da la sensación de que la directora no se toma muy en serio a sí misma. Basado en un manga de Miyatsuki Arata, la sombra de Battle Royale le planea muy por encima, pero no es óbice para tratarse de un film muy divertido, que va al grano y con la justa duración.

La última producción con la firma de Lisa Takeba no se puede encontrar más en las antípodas de su filmografía anterior: The Horse Thieves. Roads of Time, de 2019, una co-producción entre Japón y Kazajistán, rodada a cuatro manos con Yerlan Nurmukhambetov, un retrato cotidiano de un puñado de personajes que habitan las zonas rurales de Kazajistán, de ritmo pausado, dejando expresar a los personajes sus dramas y realzado por sus espectaculares paisajes.

Takeba no ha vuelto a dirigir en los últimos años. Nuestra directora aún es joven y con mucha carrera por delante, por lo que solo cabe esperar a descubrir qué nos deparará su siguiente título.

Shinobu Tagashira

Como apunte final, qué mejor forma que terminar este póker de directoras japonesas centradas en el terror con un re-póker, con una directora más que ha tocado el género, aunque en el anime. Esta es Shinobu Tagashira, quien en 2018 dirigía Junji Ito: Collection, serie de 12 episodios que adaptaba historias de mangas del especialista en horror Junji Ito. En opinión del que escribe, resulta difícil plasmar en animación las imágenes de este popular mangaka y la serie lo consigue en contadas ocasiones. Pese a esta serie, diría que la vinculación con el género de Tagashira es tan solo eventual y no creo que vuelva a tocarlo en el futuro (no incluiría en esta línea otra obra anterior suya, Diabolik Lovers, de 2013 a pesar de contar con presencia vampírica).

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