Shuji Terayama murió de insuficiencia hepática hace 35 años, pero es necesario reintroducirlo a una nueva generación en occidente. Su reputación es firme en Japón: los libros de él y sobre él se encuentran en las librerías, sus películas están disponibles en DVD y sus producciones teatrales aún se reviven. Su nombre todavía es actual, pero ha sido olvidado en gran parte en Europa y América. Su compañía de teatro Tenjo Sajiki se presentó por última vez en Londres en 1978, y sus películas no se han visto demasiado desde finales de la década de 1980. No se puede evitar pensar que este artista vital y subversivo está siendo ignorado por muchos.

Nació en la prefectura de Aomori el 10 de diciembre de 1936. “Naciste en un tren en movimiento, por lo que tu lugar de nacimiento no está claro”, afirmaría su madre. Escapó con ella de su ciudad natal durante los ataques aéreos cometidos por las fuerzas aéreas estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial. Su padre, un oficial de policía “que jugaba, borracho, con su pistola en casa apuntando a su hijo” murió mientras estaba en un servicio militar en la Guerra del Pacífico, Indonesia. Terayama tenía solo 9 años. Más tarde, su madre comenzó a trabajar en la base militar estadounidense de Kyushu y tuvo que dejar a su único hijo con su tío en Misawa. Se sintió terriblemente indefenso y abandonado por su madre, y más tarde esto tomará su propia forma en sus escritos, películas y fotografías.

Además de su amarga experiencia con su madre, otras dos situaciones marcaron su infancia y adolescencia. En Aomori se encuentra el Monte Osore, una montaña “embrujada” que ha atraído a fantasmas y chamanes durante siglos. Terayama se empapó de los mitos y leyendas locales durante su niñez. A la edad de dieciocho años, fue diagnosticado con nefritis (la misma enfermedad que le quitó la vida el 4 de mayo de 1983) y tuvo que pasar la mayor parte de sus años de secundaria y universidad en un hospital en el distrito de Shinjuku. En ese momento las protestas estudiantiles y los diferentes tipos de movimientos artísticos estaban sucediendo en las calles de Tokio. A mediados de los años 60, Shinjuku se convirtió oficialmente en el epicentro de la contracultura en Japón, como se puede ver en Diary of a Shinjuku Thief (1968) de Oshima, y Shuji estaba allí para aprovechar esa situación. Atrapado en el hospital, Terayama concibió un paralelismo entre el tráfico esotérico en el Monte Osore y la vida callejera de Shinjuku. Esta percepción le dio una veta de imágenes que alimentaron gran parte de su trabajo posterior.

Algunos años antes Terayama entró en la escena pública japonesa como poeta, con una edad de tan solo 15 años, publicando principalmente Haiku y Tanka neoclásico (poemas de 31 sílabas) con un giro surrealista. También pasó muchas noches viendo películas en el cine de su tío, siendo Casablanca una de sus favoritas a lo largo de los años. Con el tiempo salió del hospital y en 1967 fundó, junto a su esposa Eiko Kujo, un grupo teatral llamado Tenjo Sajiki, tomado del título de lanzamiento japonés de Les Enfants du Paradis de Marcel Carné de 1945, y contando con la participación de los artistas Aquirax Uno y Tadanori Yokoo, quienes diseñaron muchos de los carteles publicitarios del grupo, el compositor experimental J.A. Seazer y el músico folk Kan Mikami, y la dramaturgo Rio Kishida, quien veía a Terayama como su mentor.

Más tarde inauguró un teatro en Shibuya con un edificio diseñado por Kiyoshi Awazu. Terayama alentó a los jóvenes a dejar sus rutinas, romper lazos con sus familias, y sobre todo madres, opresoras y unirse a Tenjo Sajiki. El grupo, compuesto principalmente por fugitivos, forasteros y vagabundos creativos, comenzó con The Hunchback Of Aomori y unos años más tarde estaban de gira por Europa, América y Medio Oriente. Terayama dijo una vez que “el teatro se ha convertido en esclavo de la escritura, mientras que el discurso del actor está dictado por la palabra impresa” y, para remediar esto declaró “ante todo, el teatro debe separarse de la literatura. Para hacerlo, debemos purgar el teatro de la obra”. En 1967, además, abriría una galería de arte llamada “Universal Gravitation”, que todavía existe en Misawa, al igual que el Terayama Shūji Memorial Hall, que posee una gran colección de obras de teatro, novelas, poesía, fotografía y una gran cantidad de sus efectos personales y reliquias de sus producciones teatrales.

Durante los últimos 15 años de su vida, mantuvo la atención del público con un aluvión de obras de teatro, películas, novelas y poemas. Gracias a sus frecuentes apariciones como comentarista de combates de boxeo y carreras de caballos, también llegó a sectores del público cuyos intereses no se extendían a las artes. Era lo que ahora llamaríamos un “intelectual público”, apareciendo a menudo con puntos de vista idiosincrásicos en programas de entrevistas y en debate de actualidad. Y lo hizo como una voz de la izquierda desalineada y como un surrealista impenitente.

Todo el trabajo de Terayama estaba interconectado. Citó sus propios poemas en sus películas, y muy a menudo también incluyó imágenes y motivos visuales de sus obras. Su única incursión en el mainstream fue Boxer (1977), que se basaba en sus comentarios deportivos y contaba con la participación una serie de campeones de boxeo reales. El flujo fue en ambas direcciones. Uno de sus cortometrajes, que muestra clavos de todos los tamaños que invaden la vida de los personajes, termina por invitar a la audiencia a subir y clavar clavos en la pantalla. Otra comienza con arpías pintadas que insultan la pasividad e impotencia de la audiencia hasta que un tipo deja de tirar palomitas y se pone de pie para protestar; las arpías lo arrastran a la pantalla, lo desnudan y lo humillan, para luego arrojarlo al auditorio desnudo. (Estas y otras películas y obras teatrales son interpretadas por la fiel mano derecha de Terayama, Morisaki Henriku).

La última producción de Tenjo Sajiki, montada en un vasto almacén portuario en tres sets, cada uno a cientos de metros de los otros, era una versión de Cien años de soledad de García Márquez. A su vez, la última película de Terayama, Farewell to the Ark (1984, completada por su equipo después de su muerte), fue a su vez una versión de la obra basada en García Márquez.

En su trabajo como director, Terayama alternaba entre largometrajes y cortometrajes “experimentales” de menor escala. Una de las razones es que ambos aspectos de su trabajo cinematográfico presentaban miembros de Tenjo Sajiki y recurría a ideas que ya habían explorado en el escenario. Sus primeros cortos, como Emperor Tomato Ketchup (1971), fueron esencialmente improvisaciones grupales con sus actores. Emperor Tomato Ketchup narra como un grupo de preadolescentes toma el poder en Japón y comienza a dar caza a los adultos. En él Terayama cuestiona la hipocresía de la sociedad en general, donde la sexualidad se percibe como inmoral y perversa, pero la guerra y el genocidio son aceptables. En ridículos marcos teñidos de rosa, la película mezcla imágenes pornográficas, tomas de líderes y pensadores, y jóvenes soldados decididos a derrocar el orden existente.

Su primer largometraje Throw Away Your Books, Let’s Go into the Streets (1971) se basó en una pieza de “teatro vérité” del mismo nombre, en la que los asistentes eran invitados al escenario para representar sus deseos y fantasías. Esta exploración de la independencia, la ambición y la desilusión, nos muestra a un adolescente desanimado que se cansa de la renuencia de su familia a escapar de su pobre posición social y económica. Throw Away Your Books estableció además el patrón del autor para películas posteriores como Pastoral Hide-and-Seek (1974) y Grass Labyrinth (1979), que también se centran en jóvenes que exploran sus deseos eróticos o ansias de libertad.

Pastoral Hide-and-Seek es una interesante versión de la autobiografía del director. Ambientada en la prefectura de Aomori, la película retrata a un joven Shuji que lucha por sobrellevar los atrasos de su pequeño pueblo tradicional y su madre dominante. Fantasea con la mujer de al lado y sueña con escapar de las costumbres y las convenciones de su lugar de origen. Contada en un formato no lineal y sorprendentemente fragmentado, esta película es el intento del director de reformular su pasado. En Grass Labyrinth Terayama muestra su maestría con los cortos oníricos cuando un joven entra en una búsqueda para recuperar la canción de cuna que su madre le cantó cuando era niño y desciende a un viaje inconexo a través de su subconsciente y recuerdos de infancia.

El último trabajo finalizado por Terayama en cualquier medio fue un intercambio de cartas en vídeo con el poeta Tanikawa Shuntaro (conocido, entre otras cosas, como el traductor japonés de Mother Goose). Video Letter (1982) está lleno de pequeñas epifanías ya que ambos “corresponsales” exploran las posibilidades de lo que entonces era un nuevo medio, pero también es una crónica desgarradora del declive físico de Terayama y el dolor con el que vivió en sus últimos meses. Le da un giro completo a su carrera al devolverlo a su primer amor: la poesía.

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