Llegamos al ecuador de nuestras crónicas asiáticas de la pasada edición del Sitges Film Festival. En esta cuarta entrega os acercamos nuestra opinión acerca de tres películas: la epopeya CGI china Legend of the Demon Cat, la excepcional cinta histórica de espionaje entre las dos coreas The Spy Gone North y la película coreana de mamporros y diversión asegurada de nuestro forzudo favorito Ma Dong seok, The Outlaws.

Durante los últimos años nos hemos acostumbrado a que en el festival nos llegue alguna gran superproducción de fantasía china, de esas que llevan el CGI hasta el extremo ofreciendo un espectáculo visual envolvente y, con suerte, una historia que lo acompañe. En este caso nos quedamos principalmente con lo primero. Legend of the Demon Cat es una de las mayores coproducciones asiáticas de los últimos tiempos entre China, Japón y Hong Kong, con la presencia destacable de los actores Shota Sometani e Hiroshi Abe. Además es curioso ver como Sometani, que da vida al monje Kukai, es uno de los catalizadores de toda la historia y personaje central de la misma, algo casi nunca visto en una producción de la Mainland. No obstante el título original de película es Kukai -el nombre de ese personaje-.

Legend of the Demon Cat adapta la novela del conocido autor japonés Baku Yumemakura, en la cual reinterpreta a dos personajes históricos muy conocidos en sus respectivos países: Kukai y Bai Juyi. El primero, fundó la escuela de budismo Shingonshu en el período Heian; El segundo, fue uno de los más grandes poetas chinos de todos los tiempos. Aquí Kukai llega a la capital Tang -dinastía en la que se ambienta la película- para estudiar el Tantra esotérico, siendo convocado por el emperador ya que este se encuentra poseído. Tras encontrar un mechón de pelo felino en al cámara imperial, el funcionario, y poeta, Bai Letian, alias Juyi, comenta el rumor de un gato parlante que come ojos de pescado. A partir de ahí se iniciará una investigación en torno a este extraño hecho.

Girando entre los toques de investigación y la pura fantasía épica, con menos de lo primero que de lo segundo -al contrario que en Detective Dee-, la cinta construye una narración entre Kukai y Bai Juyi, entre el pensamiento deductivo del primero y la búsqueda del segundo de su gran obra maestra, su poema imperecedero. La cosa es que toda la historia, a pesar de sus varios giros y alguna que otra subtrama que requiere dejar a un lado lo verosímil, no llega a sostener la duración de la película, recreándose esta en lo visual en muchas ocasiones, sobre todo en su parte central. Si con Detective Dee comentaba como acabé agotado ya que me pareció que habían ocurrido muchísimas cosas a lo largo de su metraje, aquí ocurre al contrario, la cinta queda vacía en ciertas partes, centrándose en un espectáculo visual exuberante y llamativo. No obstante ha ganado diversos premios en esta índole, y es indudable que su acabado es sobresaliente.

No me entendáis mal, la película en general me gustó, si bien no es algo que le cambiará la vida a nadie. Viéndola en un cine, y de festival, merece la pena dejarse llevar por su apartado visual, aunque el de la historia quede un poco corto.

La tarde/noche de aquel día lo cerramos con dos cintas coreanas, muy diferentes pero disfrutables al 100%. La primera de ellas fue sin duda la mejor, y una de las mejores películas procedentes de Corea de esta edición de Sitges. No obstante, hace poco ha ganado diferentes premios en su país natal, tanto a mejor película como a sus interpretaciones masculinas.

The Spy Gone North se basa en las declaraciones del espía surcoreano “Black Venus”, que a principios de la década de 1990 se infiltró como hombre de negocios entre los altos cargos del régimen norcoreano, llegando a conocer en persona al propio Kim jong-il. Durante la película de Yoon Jong-bin, director de The Unforgiven o Nameless Gangster, veremos la evolución de aquella rocambolesca trama de espionaje y contraespionaje, como este hombre se verá muchas veces solo ante el peligro, dependiendo exclusivamente de su ingenio para salir adelante. Intuiremos además la difícil situación política de las dos coreas, y sus tejemanejes de corrupción y traiciones.

No nos encontramos ante un thriller de acción de los que tan buenos momentos nos ha dado el cine coreano, esto es una cinta de espías donde se dramatizan hechos históricos de una forma absorbente y muy interesante. La película está perfectamente narrada y es disfrutable incluso sin necesidad de conocer en profundidad la historia reciente de las dos coreas. Muchas veces esto no es fácil, construir una historia muy local de forma que los sentimientos, las sensaciones, prevalezcan incluso para quien no entienda todas las connotaciones de la misma, pero aquí se consigue, y de que manera.

No entraré en su apartado técnico ya que, como es normal en el cine coreano, es sobresaliente en casi todos sus aspectos, pero si hay que destacar que la película se sostiene gracias a unas increíbles interpretaciones de sus personajes protagonistas. Hay tenemos a Hwang Jung-min dando vida al espía protagonista, Lee Sung-min como un de los altos mandatarios norcoreanos que lo introducen en el país y Cho Jin-woong como el contacto de la Agencia de Seguridad de Corea del Sur. Además por ahí está Ju Ji-hoon como jefe de seguridad norcoreano y Gi Ju-bong encarnando nada más y nada menos que a Kim Jong-il. De hecho los dos primeros recibieron premios a su interpretación en un destacable “exaequo” en los pasados Daejong Film Awards, mientras que Ju Ji-hoon fue reconocido en los recientes Seoul Awards.

Una película que no debéis perderos.

La segunda cinta coreana, que vimos ya de madrugada, cambiaba diametralmente de términos y nos ofrecía una cinta de acción policial con toques de comedia, protagonizada por el actor de moda en Corea del Sur, Ma Dong seok.

The Outlaws se basa en un hecho real ocurrido en 2007, conocido como el “Incidente Heuksapa”. La historia sigue una guerra territorial creciente entre una pandilla local coreana, y los Heuksapa de Yanbian, China -de ahí el título de la película-. El guión se centrará en Ma Seok-do, oficial de policía local, y en sus compañeros, que intentarán evitar un baño de sangre y detener a los extranjeros para que las cosas vuelvan a la calma.

Salvando las distancias, Ma Dong seok es actualmente una especie de Dwayne Johnson coreano, un tipo cachas, con aspecto duro pero afable, que suele repartir a mano desnuda con personajes que tienden a la comedia ligera o el descargo humorístico en cintas más serias -como le pasaba en Train to Busan a pesar de lo dramático de la ambientación-. No es exactamente igual, pero creo que es una comparación adecuada. Aquí precisamente trabaja ese papel de duro afable, que intenta mantener el statu quo de su zona, teniendo controladas a las pandillas mafiosas y dejándolas actuar en un perfil bajo, hasta que aparecen los chinos y hay que ponerse serio.

Mientras veía la película, y una vez más salvando las distancias, no podía evitar que viniera a mi mente el gran Bud Spencer, y es que la primera hostia que suelta en la película, cuando llega trajeado a la escena de un crimen y un don nadie quiere impedirle el paso, es la típica mano abierta que Bud tantas veces a trabajado en sus películas. Si incluso utiliza el martillo pilón, ese golpe en la cabeza hacia abajo tan mítico del actor, en varias ocasiones. Como no ver algo de nuestro querido actor italiano ahí.

Combinación de Dwayne Johnson y Bud Spencer, en una película divertida y amena, con el gran acabado técnico acostumbrado del cine local, toques de comedia y mucha acción. Se que puede que algunos acaben confundidos al leer tanta comparación, pero la película merece mucho la pena y seguir al actor aún más. Se Prometen tiempos muy buenos para este tipo de cine de acción.

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