Hace tan solo unos días que ha finalizado la edición número 56 del Sitges Film Festival y hoy queremos comenzamos con nuestras crónicas de todo el cine asiático que pudimos disfrutar durante el evento. Leyendo la introducción que escribía en nuestras crónicas del año pasado casi podía copiarla y pegarla en estas líneas, ya que mis sensaciones vuelven a ser parecidas a aquellas, al menos en un primer momento. El festival vuelve a batir récord de entradas vendidas, y superando con creces el anterior, y las salas se veían muy llenas a casi cualquier hora del día, no digamos ya el fin de semana. Sin embargo, las entradas y colas ya no son lo que antaño eran, por suerte, ya que las entradas numeradas no imponen esa necesidad. A pesar de todo la prensa sigue denostada con zonas de asientos en Prado y Retiro nefastas, y este año, con los cambios internos en el departamento, ha sido un poco caos para muchos compañeros del medio.

Pero me repito, como suelo hacerlo en más de una ocasión, uno sube a Sitges a reencontrarse con buenos amigos, a pararse cono conocidos en una fila y a imbuirse en esa burbuja cinéfila que es pasar 10 días comiendo y bebiendo cine -porque otra cosa está difícil con los horarios del festival jajaja-.

En esta edición la presencia asiática era abundante, con unas 50 películas asiáticas si incluimos la programación de Brigadoon. Nuestra primera propuesta, el mismo día 5 por la mañana, fue la coreana Project Silence dirigida por Kim Tae-gon, autor de películas como la comedia Familyhood (2016), y protagonizada por, entre otros, Lee Sun-kyun, la voz de Corea -a quien veremos en varias películas este año en el festival-.

Project Silence sigue en su inicio a Jeong-Won, miembro de la Seguridad Nacional coreana y asistente del candidato a presidente, y su hija van de camino al aeropuerto cuando una espesa niebla provoca una serie de accidentes en cadena en el puente en el que se encuentran. En el centro de caos imperante unos extraños perros escapan del transporte militar que los custodiaba y la situación se tornará de vida o muerte.

Lo más claro que hay que decir es que esta película es pura serie B, esa serie B de los 90 que presentaba thrillers de terror y monstruos con cualquier excusa, con una serie de clichés de supervivientes, acción y algo de humor. Project Silence bebe directamente de estas producciones, esas donde todo va ocurriendo casi por casualidad, donde no hay que darle muchas vueltas a más de una situación y donde hay que dejarse llevar por sus personajes estereotipados, acción directa y drama predecible y moraleja final. Cine de serie B imbuido por las formas cinematográficas coreanas que a mi me entró muy bien y me lo pase estupendamente. Sin más.

Nuestra siguiente película fue la también coreana The Childe, dirigida por el conocido Park Hoon-jung, que nos ha ofrecido anteriormente thrillers de acción tan destacados como New World (2013) -que pudo verse también en Sitges-, The Witch (2018) y Night in Paradise (2020), ambos en Netflix.

Han, boxeador filipino que participa en combates ilegales para poder pagar la operación de su madre enferma, recibe una extraña oferta: si visita a su padre, un surcoreano rico al que nunca ha conocido y que no se ha preocupado por él, este se encargará económicamente de ambos. Han accede, el viaje se llenará de dificultades al ser perseguido por un joven asesino, una mujer misteriosa y el hijo de su padre coreano.

The Childe es un thriller que creo tiene un tempo y desarrollo no especialmente convencionales en este tipo de productos coreanos. Se gesta a fuego lento, con un desarrollo inicial peculiar y contenido, para avanzar en un in crescendo donde se van añadiendo a la mezcla acción, violencia y humor. Realmente destaca precisamente en eso, en como combina el humor y la acción sangrienta de forma trepidante y muy orgánica. Cabe destacar la presencia del debutante Kim Seon-ho, estrella de la escena teatral y televisiva coreana que se marca un gran papel como The Childe, el joven asesino que da nombre a la propia película.

En nuestra siguiente película abandonamos Corea y nos trasladamos a Hong Kong para ver la antología de terror local Let It Ghost, colección que continúa la tradición de historias espeluznantes y comedias de terror que son parte vital del panorama cinematográfico hongkonés, aunque esta vez con un resultado dispar.

Compuesta por tres historias independientes, sin duda su primer segmento es el más divertido, trasladándonos al rodaje de una serie de televisión en la que hará acto de presenta un espíritu que interpreta a uno de los personajes. Su humor es absurdo por momentos y local en otros, pero sus salidas son de lo más divertidas. Algo más flojo es el segmento situado en Love Hotel donde un joven verá cumplidos sus deseos cuando un espíritu cachondo posea a la chica que le gusta, con un punto erótico y un tramo final muy loco. Por último viajaremos a un centro comercial en horas bajas donde los espíritus son parte intrínseca de su vida pasada y que ahora peligra ante su inminente cierre. Este ultimo tramo se adentra en el melodrama, con una relación muy especial entre la dependienta de una tienda y su amiga de la infancia, una fantasma a la que quiere ayudar a reencarnarse. A destacar la aparición de una exorcista llamada por los dueños del centro comercial, que desata escenas de artes marciales realmente sorprendentes.

Cinta de bajo presupuesto y con un elenco plagado de jóvenes promesas de la escena hongkonesa y más de un Youtuber de moda, entre los que se incluyen Chung Suet Ying de Time (2021), Eric Tsui de Septet: The Story of Hong Kong (2020), Aaron Chow de Tracy (2017) y Ashina Kwok de Lazy Hazy Crazy (2015), no es que sea nada del otro mundo y siento que me pierdo más de un chiste y referencia local, pero la ajustada duración de sus diferentes cortes hacen que pueda pasarse un rato ameno.

Este mismo día por la noche tenía planificada para ver la sesión doble con ambas partes de la segunda película del live-action Tokyo Revengers. No es que sea yo mucho de este tipo de live-actions, pero la primera película me gustó bastante y el plan parecía puesto para ser disfrutado. Sin embargo, ante la inminente entrevista que teníamos al día siguiente con Jason Yu, director de Sleep, me fui directamente a ver la película y puedo decir que fue una de las que más me sorprendieron del festival.

En Sleep los actores Jung Yu-mi y Lee Sun-kyun dan vida a una joven pareja que espera su primer hijo. Ella empieza a preocuparse ante los episodios de sonambulismo de su marido, que van comienzan de repente y van produciéndose en un in crescendo bastante terrorífico.

No quiero decir mucho más ya que esta película creo que hay que afrontarla sin saber mucho de ella, por eso precisamente me sorprendió tanto, porque no sabia por donde podría tirar su guion y al final me ofreció sorpresas, giros y ese folk horror urbano de apartamento opresivo y esencia local, donde se pone en primer plano la fuerza de la pareja para sobreponerse a sus vicisitudes. La película se sustenta básicamente en Lee Sun-kyun y, sobre todo, Jung Yu-mi, es ella la verdadera protagonista de esta historia durante buena parte del metraje debiendo lidiar con los sueños de su marido. Muy buenas interpretaciones y un gran ritmo que no para en ningún momento. Me gustó muchísimo.

Charlando con Jason Yu, director de Sleep

Además, como ya adelantaba, tuvimos las suerte de poder charlar un rato con el realizador Jason Yu, un apasionado del cine que se adentró en la industria de forma totalmente autodidacta. Conversamos sobre la película, como es contar con un elenco de actores tan potente en su opera prima, como se gestó este proyecto y como ve el estado actual de la industria del cine corea. Próximamente compartiremos con ustedes dicha entrevista.

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