Xing fu shi guang (2002)
Director: Zhang Yimou
Guión: Zi Gai (basado en la novela de Mo Yan)
Actores: Zhao Benshan, Dong Jie, dong Lifan, Fu Biao
Productora: Guangxi Film Studio, Xin Huamian Film, Zhuhai Zhenrong Co.
Director de fotografía: Hou Yong
Música: San Bao

En Happy Times, Zhang vuelve a inspirarse en el premio nobel Mo Yan — como ya hiciera en Sorgo Rojo (1987)— para imbuirse, esta vez, en una nueva crítica al neoliberalismo y a los valores perdidos como consecuencia. En este ocasión, el guión se inspira en una historia corta “Shifu, you’ll do anything for a laugh” que narra la historia de un trabajador que es despedido a falta de un mes de su jubilación junto con el resto de sus compañeros porque la fábrica donde trabajan va a ser demolida. Ding Shikou o Shifu (“maestro”, tal y como lo llaman sus empleados) entonces tiene que buscarse la vida para mantenerse y arregla un viejo autobús que encuentra en el bosque y lo convierte en un hotel para enamorados.

Tal y como argumenta Leiwei (2016), Happy Times demuestra una preocupación del director por lo ordinario y lo concreto. Zhang pasa de luchar contra el estado patriarcal chino en mayúsculas a dirigir su mirada hacia las consecuencias del neoliberalismo en una China que apenas puede aferrarse ya a sus valores tradicionales. Por eso, “puestas en escena pesimistas y texturas sociales crudas dominan las producciones posteriores de Zhang, al tiempo que los planos intimistas y los primeros planos individuales dan paso a tomas más largas y paneos panorámicos del ‘Yo’ como ojo social” (Leiwei, 2016).

Tiempos felices, triste Cenicienta

Como decíamos, el director utiliza como pretexto la historia corta de Mo Yan para disfrazar su texto de comedia romántica. Es la escena en la que Zhang homenajea a Ladrón de Bicicletas (1948) de Vittorio De Sica cuando Wu Jing se escapa de casa y Zhao la rescata de la calle llena de coches, la que marca el giro de la comedia romántica al drama familiar. Leiwei (2016) afirma que esta referencia al neorrealismo no es gratuita, sino que demuestra su compromiso de revelar en su obra las miserias sociales.

Quizás la forma más eficaz de revelar las miserias sociales creadas por el neoliberalismo sea plasmar sus efectos en la Cenicienta actual. La madre de Wu Jing murió cuando ella era pequeña y luego se quedó ciega a causa de un tumor. Vive con una madrastra y un hermanastro obesos, que la obligan a hacer las tareas de la casa pero ni siquiera la dejan probar un helado. Su padre la abandonó con la promesa de trabajar para hacer el suficiente dinero para curar sus ojos, pero el tiempo pasa y nunca vuelve a buscarla. Zhao tampoco es un príncipe azul al uso: sus motivos iniciales para ayudarla no son puros en absoluto y, apenas puede mantenerse a sí mismo. Sin embargo, la historia de la muchacha le llega al corazón y él y sus compañeros intentan protegerla. Su historia de amor verdadero contrasta con el romance entre Zhao y la madrastra, y esto se nota en el tratamiento de las escenas íntimas.

     

Tomemos, por ejemplo, como contrapunto la escena en la que Zhao le compra un helado a Wu Jing. Ella le espera de pie en mitad de la calle, tranquila sabiendo que él va a volver; nada que ver con el plano en el que se queda paralizada de miedo ante el ruido de los coches. Zhao vuelve y ambos se sientan mientras ella se come el helado; música de fondo, planos frontales de los personajes, primeros planos de Wu Jing sonriendo y contándole que su padre acordó volver a buscar cuando tuviera el suficiente dinero para curarla. Le dice que cuando sus ojos estén sanos quiere verle y le pide tocarle para saber cómo es. La intimidad y la conexión emocional que se establece entre los dos personajes no tiene nada que ver con la secuencia “romántica-cómica” que inicia el film. Silencio absoluto durante los créditos, oímos entonces en el ruido de platos y la cámara enmarca una ciudad ajetreada a través del cristal de un restaurante. Lentamente va abriendo plano mientras oímos la conversación entre Zhao y la madrastra. A cada pega que ella le pone a la relación —que si está gorda, que si ha estado casada dos veces, que si tiene dos hijos—, él responde con una solución. En seguida la conversación gira entorno al dinero. Ella quiere tener una boda ostentosa y él asegura que conseguirá el dinero. Ni un solo roce, ni una sola caricia entre dos personas que acaban de prometerse. Más bien, una transacción práctica y económica. La cámara enmarca a los dos personajes dentro de la dinámica de la ciudad capitalista, mientras que Zhao y Wu Jing tienen una relación emotiva que se diluye en la confusión de la ciudad.

 

Así que, Zhao le construye un falso castillo para que la princesa pueda vivir su sueño. Pronto descubre que el salón de masajes no es tal, y por un tiempo decide dejarse malcriar, mimando ella a su vez a los antiguos trabajadores de la fábrica que fetichizan con la mirada.

 

Sin embargo, pronto descubre que su salón de masajes falso le ha costado a Zhao su televisor y Wu Jing sabe que debe terminar el cuento; pues en un mundo neoliberalista no hay cabida para una persona que no sabe cuidarse por sí misma.

Y comieron perdices… o no

Para este final de cuento tenemos dos versiones. En la versión china, después de haber sido abandonado por la madrastra, Zhao lleva a la chica a la fábrica destruida, la sienta en la camilla que aún queda en pié y le lee la carta, reafirmando su compromiso de cuidarla. Es decir, abraza el rol de padre, reinstaurando el orden familiar. Sin embargo, la versión comercializada internacionalmente es mucho menos edulcorada y más cruda. Después de haber sido abandonado por la madrastra de Wu Jing, Zhao pasa toda la noche bebiendo y rescribiendo la carta del padre de Wu Jing pero esta vez dirigiéndose a la chiquilla. De camino a casa, un camión le atropella dejándole en coma y nunca puede leerle la carta. Cuando los compañeros llegan al hospital, el doctor les da la carta que ha encontrado en su bolsillo y el joven Fu en seguida entiende que su deseo es que ella la lea. Sin embargo, al llegar a casa, la chica ya se ha marchado y ha dejado una cinta de audio para Zhao explicándole que no desea ser más una carga para ellos. No todo ha sido en vano, porque la existencia de Zhao ha operado un cambio drástico en la niña. «Honestamente, esos días con vosotros han sido los más felices de mi vida. Fueron nuestros tiempos felices». Después de oír la cinta, Fu vuelve a ponerla, pero esta vez lee al mismo tiempo la carta. «Esto es una promesa. Por favor, cree en tu padre y en ti misma, también. Cree en que tus ojos se recuperarán. Espera a que vaya a buscarte. Da igual lo que ocurra, mantén la cabeza alta y no te deprimas. Muchas cosas en la vida no saldrán como esperas. Te encontrarás con dificultades y te sentirás sola. Pero todo eso no importa. No pierdas la confianza por pequeños contratiempos. Manténte fuerte. Ten confianza y sigue adelante. Si crees en tí misma, puedes superar cualquier obstáculo. Confía en tu padre que te quiere. Todo mejorará, seguro que lo hará». De alguna manera, las palabras y los sentimientos unen a Zhan y Wu Jing, y así el plano de Zhao en la cama queda suturado con la niña que baja del autobús de la gran ciudad, se seca las lágrimas y obtiene del último suspiro de Zhao la fortaleza necesaria para seguir adelante.

    

Referencias:

Leiwei Li, David (2016). « Neoliberalism’s family values: (Re) production and (re) creation in Ang Lee’s trilogy and Zhang Yimou’s Happy Times». En: Economy, Emotion, & Ethics in Chinese Cinema: Globalisation on speed [versión online]. Milton Park, Abingdon, Oxon; NY: Routledge.

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