Keisuke KinoshitaCon escasamente una cincuentena de películas rodadas en su Japón natal, y no muchas de ellas vistas fuera del país, Keisuke Kinoshita fue un reconocido director, considerado de los mejores de su historia cinematográfica. Pionero en el uso del color, utilizó en repetidas ocasiones temas domésticos que conectaban directamente con el pueblo japonés. A pesar de sus temáticas convencionales y tradicionales, Kinoshita no tuvo problemas en experimentar con técnicas cinematográficas de vanguardia, de echo lo hizo muy a menudo.

Siendo tan solo un crío Kinoshita era un cinéfilo frustrado. Su padre, un tendero en la ciudad de Hamamatsu, quería que aprendiera el oficio y por ello el joven ingreso en un instituto tecnológico local, pero Kinoshita estaba plenamente decidido a adentrarse en el mundo cinematográfico. Un día un equipo de filmación llego a la localidad y el chaval entabló relación con el actor Junosuke Bando, el cual lo ayudo a que se fugara a Kyoto, aunque esta peripecia tan solo duró un día. A base de insistencia sus padres llegaron a acceder a sus pretensiones y se inscribió en la Oriental Photography School para ser director de fotografía e irrumpir en la industria.

Al principio el joven director dio tan solo pequeños pasos hacia la consecución de su sueño. Kinoshita ingresó en uno de los mayores estudios de Japón, Shochiku, con la intención de ser ayudante de cámara, pero sería contratado finalmente para trabajar en el laboratorio de revelado. Le llevó un tiempo conseguir convertirse en asistente de fotografía para para el director Yasujiro Shimazu. Durante tres años sería asistente de fotografía para Shimazu, pero quedaba tan absorto con los ensayos y el proceso de dirección que no realizaba bien su propio trabajo. Otro asistente, Kozaburo Yoshimura -que también llegaría a convertirse en un famoso director-, recomendó al joven que estudiara para convertirse en director, y pasados un par de años llegó a convertirse en asistente del propio Yoshimura. Kinoshita estuvo unos seis años bajo las órdenes de Shimazu, del cual aprendió mucho sobre cine, pero también sufrió sus conocidos arrebatos dictatoriales.

En 1940 sería reclutado para servir en el frente y fue enviado a China, de donde volvería un año después por una enfermedad e ingresaría de nuevo en los estudios. En 1943 se estrenaron las dos primeras películas de Kinoshita como director: Ikite iru Magoroku (Magoroku Is Alive) y Hanasaku minato (Blooming Port), esta última una comedia sobre el choque entre sofisticados urbanitas e ingenuos pueblerinos, pero que deja claro el gusto del director por la simplicidad y la honestidad del relato. En 1943 otro joven director debutante, Akira Kurosawa, había estrenado también su primera película, Sugata sanshiro, pero sería finalmente Kinoshita quien se llevo el premio a Mejor director novel al finalizar el año. Como la Segunda Guerra Mundial dominaba la vida del país, Kinoshita intentó integrarse al año siguiente dirigiendo una película propagandística llamada Rikugun (Army), finalmente censurada por la junta militar por ser insuficientemente doctrinaria.

morning for the osone family 1946

Director prolífico, Kinoshita dirigió otras 12 películas durante la década de 1940, centrándose en comedias y dramas domésticos como Osone-ke no ashita (Morning for the Osone Family, 1946), la primera película que también produjo. A pesar de sus temáticas estándar, la película era inusual al estar rodada casi enteramente dentro de una casa. En muchas de sus películas la protagonista central era una mujer sencilla y honesta, como en Onna (Woman, 1948). Sus personajes también solían ser optimistas y amables. En 1950 Kinoshita escribió su primer guión, Konyaku yubiwa (Engagement Ring), y desde entonces escribiría la mayor parte de sus películas. El director adquirió gran fama durante la década de 1950, y setenaría unas dos películas al año durante aquellos años.

Karumen kokyo in kaeru (Carmen Comes Home, 1951), fue la primera película rodada en Japón íntegramente en color. A esta comedia costumbrista satírica la seguiría Karumen junjo su (Carmen Falls in Love, 1952), una de las muchas ocasiones en que Kinoshita seguiría al personaje del título, siempre una mujer, a lo largo de varias películas.

En 1953, el director cambio su habitual halo de luz y amabilidad por un inquietante drama social, Nihon no higeki (A Japanese Tragedy), que narra la historia de una mujer de clase media que, asolada por su mala situación económica, se ve obligada a vender en el mercado negro todo lo que posee, incluido su cuerpo, para poder mantener a sus hijos. Ahora mayor y distanciada de sus hijos adultos, trata de organizarles buenos matrimonios, pero es reprendida por la vergüenza y vanidad de estos. Se ha definido esta película como un sombrío retrato de la situación del país de posguerra, una relevante y detallada visión de la carga personal de la guerra y el lento y agonizante proceso de recuperación. Al final, la imagen solitaria de Haruko, la protagonista, en la parte superior de la escalera de la estación de tren mientras los pasajeros pasan a toda prisa, captura la desolación emocional de la lucha individual contra una sociedad implacable. En esta película, una de las mejores del director, Kinoshita utiliza imágenes de noticiarios, escenas retrospectivas y frecuentes imágenes de movimiento de trenes para aumentar el realismo.

24 ojos

En su siguiente película, Nijushi no hitomi (Twenty-Four Eyes, 1954), el director adapta una desgarradora novela sobre una profesora y sus doce estudiantes. Durante sus época de enseñanza pasan un tiempo relativamente feliz, para reencontrarse años después en un ambiente de depresión económica y lucha constante. Kinoshita transmite visualmente una sensación de distancia que, a su vez, refleja la inocencia de la perspectiva de los niños. El relato compone un retrato del humanismo, la inocencia y la fractura de la guerra. Kinoshita supo compaginar estos duros dramas con sus más exitosas comedias y películas de época, lo cual le hizo ganar una enorme popularidad y convertirlo en uno de los directores más reconocidos del país, siempre en contacto con su tierra natal y los problemas contemporáneos de su población.

El director hizo referencia a la tradición Kabuki en su obra de 1955 Nogiku no gotoki kimi nariki (She Was Like a Wild Chrysanthemum), en donde todos los personajes llevaban máscaras. Su disposición a experimentar con la técnica es evidente en Narayama Bushiko (Ballad of Narayama, 1958). Se utiliza un escenario teatral, luces discordantes, vivos colores e imágenes intencionadamente anacrónicas en esta adaptación de una popular novela sobre la familia y el deber. Se podría definir esta película como un retrato del amor y la humanidad luchando contra la rigidez de la tradición, la obediencia y el sentido del deber, una alegoría sobre los peligros de la obediencia ciega y una reflexión humanista de la erosión cultural y la ambivalencia ideológica del Japón de la posguerra. Otra película que muestra las técnicas de vanguardia del Kinoshita fue Fuefukigawa (The River Fuefuki, 1960), un jidai-geki grabado en blanco y negro en donde aparecía el color en forma de pinceladas y trazos -pintados sobre la propia película- en momentos clave de la acción o el drama.

El apogeo de Kinoshita fue la década de 1950, pero la crítica local nunca abrazó su estilo sentimental, a pesar de que el público japonés lo adoraba. Hizo nueve películas más en la década de 1960, ninguna de ellas aclamada, y sólo cinco películas más en sus últimos años, de 1976 a 1988. También produjo el éxito internacional de Akira Kurosawa “Dodes’ka-den” en 1970. Tras Chichi (Father, 1988), su última película, se retiró del mundo del cine, muriendo de una apoplejía en 1998.

river fuefuki

Keisuke Kinoshita ha sido aclamado como uno de los directores más importantes de Japón por su amplia gama de técnicas innovadoras dentro de un cine puramente popular y contemporáneo. En 1984 recibió la Orden del Sol Naciente; En 1991 se le concedió el reconocimiento del gobierno japonés por sus contribuciones a la cultura nacional y en 1999, un panel de la crítica local colocaba a Nijushi de Kinoshita sin Hitomi (Twenty-Four Eyes) como una de los diez mejores películas japonesas de todos los tiempos.

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