yubari 2016

Hokkaido es la segunda isla más grande del archipiélago japonés y la situada más al norte. Tierra tradicional de la etnia Ainu, es muy conocida por su nieve, parques naturales y monos bañándose en aguas termales naturales. A nivel internacional quizás lo que más conoce la gente de la isla es una de las cervezas más famosas del país, la Sapporo, que comparte nombre con la capital de la prefectura.

Históricamente Hokkaido fue una importante zona minera, principalmente de carbón, y una de esas ciudades que se fundaron sobre esta base económica fue Yubari, en la zona central de la isla. Durante su máximo esplendor contaba con más de 120.000 habitantes y, como dato curioso, unos 17 cines que abrían las 24 horas del día. Pero en la década de 1980 las minas empezaron a cerrarse y en 1990 ya no había ningún tipo de industria local. Las autoridades decidieron entonces reconvertir la ciudad al turismo y una de esas primeras iniciativas fue el Yubari International Fantastic Adventure Film Festival, celebrado por primera vez en 1990. Durante los siguientes 15 años películas y estrellas de nivel internacional pasarían por este evento, incluso Quentin Tarantino rendiría su pequeño homenaje a la ciudad que tan bien lo acogió llamando a un personaje de Kil BillGogo Yubari”.

Pero las inversiones públicas para atraer al turismo no salieron todo lo bien que el gobierno querría, atrayendo a muchos menos visitantes de lo esperado. Parques temáticos e infraestructuras públicas se cerraban y abandonaban por falta de uso y la ciudad entro en quiebra técnica, ante la pasiva mirada del gobierno central. En 2007 todo se desploma y el festival es cancelado, ante la imposibilidad de hacer frente a más gastos, y gran parte del gobierno municipal dimite. Yubari tiene entonces menos de 13.000 habitantes.

La iniciativa privada rescata el festival el año siguiente y desde entonces el Yubari International Fantastic Film Festival es una pequeña meca de cine de género en Japón, con el encanto de la gloria anterior y construido sobre una serie de espacios públicos reconvertidos y mucha pasión por el fantástico. Hoy el festival es mucho más pequeño, muy centrado en la escena local japonesa y las nuevas promesas del género amateur. Pero también es un punto de encuentro, un lugar donde público, directores y actores, comen en el mismo restaurante y conversan sobre las películas. Un festival con encanto.

Y aprovechando que nuestro buen amigo Fernando DeMontre vive en Japón hemos decidido embarcarle para allá. Aquí nos trae un diario que más que centrarse en las películas, lo hace en la experiencia, en la gastronomía, en la ciudad. Un diario narrado en primerísima persona que intenta hacernos sentir dentro de este evento con unas características únicas que hacen que se diferencie del resto de festivales y suponga una experiencia tan buena que invitados y asistentes quieran repetir un año tras otro.

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Jueves 25 de febrero

Llego a Yubari un poco antes de las 19:00 después de una hora y media de autobús desde el aeropuerto de Shin-Chitose. No llego a tiempo para ver la gala de inauguración con la nueva película protagonizada por Abe Hiroshi “Everest y decido matar el tiempo viendo una sesión de cortometrajes que ponen en una sala del Hotel Shuparo. Dos cortometrajes coreanos y otros dos japoneses que no destacan especialmente ni merecen más mención.

Después me planteo ir a la fiesta de apertura, con barra libre de comida y bebida por 5000 yenes, pero estoy un poco cansado y prefiero quedarme en la única cantina abierta para el festival. Es un edificio prefabricado de una planta que alberga varios establecimientos en forma de cooperativa. Hay asientos comunes y varias cartas, según lo que pidas el camarero irá a uno u otro sitio para pedir la comida y bebida.

Entablo conversación con otros parroquianos del festival que también han decidido no ir a la fiesta de apertura. Uno de ellos me recomienda entre risas flojas que pruebe el hig-ball de la casa, whisky nacional con soda, que parece ser que de soda lleva bastante poco y casi todo de whisky. Esta noche iré solo de cervezas, cerveza Sapporo, para ser concretos, orgullo de la región de fama internacional. Para comer, Jinjisukan, carne de cordero a la parrilla con udón y verduras, pinchos de carne de cabra a la parrilla y algo de comida china que prepara el mismo señor que hace los cubatas cargados.

Ya templado por la comida y la cerveza viene el autobús que me llevará al hotel. Por hacer tarde la reserva, todas las plazas hoteleras del pueblo estaban ocupadas y solo pude reservar en un pueblo a una hora de distancia. La reserva incluía abono del festival, desayuno y transporte en autobús para ir y para volver del festival y se podía contratar desde la web oficial del evento.

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Viernes 26 de febrero

El autobús sale del hotel a las 8:30. Antes he podido despertarme con el desayuno del hotel, sobre todo por el salmón a la parrilla y el mentaiko (huevas marinadas de abadejo) que había en el bufet.

Llegado a Yubari, elijo ir a la sesión de las 10 de la mañana del programa de Fantastic Off Theater Competition, películas o mediometrajes independientes, o directamente autofinanciados, que compiten por un premio de dos millones de yenes. Empiezo con “Crazy Dog“, un mediometraje sobre un detective privado que se ve envuelto en el robo de una pistola a un policía. Tiene potencial, pero es demasiado amateur y serio para esas horas de la mañana. Termina la sesión “Voices Fading in the Waves“, una road movie de casi una hora sobre una chica que escapa en un taxi después de haber matado y robado a un mafioso. También se me hace un poco tediosa. Entiendo el concepto de este Off Theater Competition y decido que es mejor evitarlo de ahora en adelante. No me interesan tanto los nuevos y entusiasmados realizadores que quieren hacer cine serio sin medios en un quiero y no puedo, sino el cine de género y explotación, que para eso he venido a un festival de cine fantástico.

Hasta la una no empieza la siguiente película que quiero ver. Hago tiempo dando un paseo por la calle del cine Kinema Gaidou, con sus edificios y comercios decorados con carteles pintados de películas clásicas. Tal vez, junto con la nieve, uno de los distintivos de Yubari. Esta calle aparece en la película Millenium Mambo, por ejemplo.

Para llegar a la siguiente película cojo un autobús del festival que conecta los diferentes espacios y voy a la sala Himawari, antiguo polideportivo ahora reconvertido en albergue para el festival y cuyo gimnasio se ha remodelado para poder acoger eventos y las proyecciones principales.

Entro para ver “Make-room 2“. La primera parte, una comedia sencilla sobre lo que pasa en la sala de maquillaje de un rodaje durante la grabación de una película porno, ganó el primer premio del Festival de Yubari el año pasado. Con el dinero del premio y el patrocinio del canal por cable Sky Perfect, el director ha podido presentar una secuela para un pase fuera de competición este año. Si la primera parte era sorprendentemente anodina e insustancial para haber sido la ganadora, esta es bastante más dinámica, divertida e inspirada. Será porque se habrá rodeado de mejores profesionales, pero aquí aprovecha mejor el decorado, coloca mejor la cámara y justifica sus planos y los personajes se mueven mejor por el espacio escénico y se dejan de la teatralidad tan agarrotada de la primera. Las actrices que repiten están más sueltas y el personaje de la ex-AKB que se pasa al porno con aires de estrellona está bastante acertado. La actriz porno Nanami Kawakami está maravillosa.
Una peli ligerita y entretenida que deja bastante buen sabor de boca.

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Termina la película y contento voy hasta Yatai-mura para comer. Pido otro plato típico de la región: Curry Soba, fideos de alforfón (una clase de trigo) en una sopa gelatinosa de curry con cebolleta y carne de cerdo. Un delicioso extra de energía para aguantar este trote hasta la noche.

La siguiente sesión es a las cinco de la tarde en la sala Kyoseigata Farm, antiguo colegio de primaria, luego granja, pero que por la deuda que tiene el pueblo ahora solo sirve de centro cívico y con dos salas pequeñas habilitadas para los días de festival. Entro en la sala 2 para ver “Treasure Ship: Latitudes of Lust“, película erótica que celebra el 50 aniversario del género Pinku en Japón y que se proyecta dentro del ciclo Forbidden Zone. Me encuentro con una pequeña maravilla erotómana rodada en celuloide y hecha con todo el amor del mundo. Te alegra el día. La actriz Nana Aida tiene una escena donde se sienta en una tarta que quita la respiración a cualquiera.

Después de cargar las pilas con esta pequeña maravilla voy caminando, a pesar de la temperatura bajo cero, hasta el hotel Shuparo para ver tal vez lo más destacable de todo el festival: “Dorome, El volumen de las chicas“.

Dorome es un curioso díptico donde se usan dos películas para contar un mismo suceso desde dos puntos de vista diferentes. En este caso está dividido en “El volumen de los chicos” y “El volumen de las chicas“. Las dos películas tienen una trama central común, pero cuentan con tramas propias que además están interconectadas. Por eso, uno puede ver cada película por separado de forma independiente sin necesidad de ver la otra, pero si se ven las dos pelis uno entenderá cosas que se plantean en una pero se contestan en la otra, disfrutando de una curiosa visión de conjunto.

La película que yo vi era una gamberrada que mezcla romance adolescente, criaturas tipo Sadako, monstruos de goma, gore, zombies y hasta homenajes al tokusatsu. Dirige Eisuke Naito, que tiene también pendiente de estreno la adaptación del manga Litchi Hikari Club y que pinta muy interesante.

Después de Dorome regreso a Yatai-Mura, pero está a rebosar de parroquianos. No queda ni una silla libre y, a pesar de tener ganas de fiesta, no es plan de comer de pie. Voy a una cafetería que hay justo al lado regentada por dos ancianos y donde apenas hay tres clientes que también se han quedado sin sitio en Yatai-mura. Pido hamburguesa al estilo japonés, sin pan, servido con salsa demi glace, arroz y sopa. Uno de los clientes, al enterarse de dónde estoy hospedado me comenta que él también reservó tarde, pero insistiendo a los hoteles para que les avisara en caso de alguna cancelación le sirvió para asegurarse una habitación en el pueblo. Ya lo sé para el año que viene.

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Termino de comer y miro por si ya hay sitio para tomar una copa. Sigue lleno hasta la bandera y sin intención de vaciarse. Veo a un grupo de chavales que también se quedan en mi hotel. Me comentan que esta noche es su última noche en el festival por este año y que no cogerán el autobús que sale a las 23:30, cogerán un taxi entre todos para volver cuando se cansen. Eso es tener ganas de fiesta.

Salgo nuevamente de Yatai-mura y camino un poco más para entrar en un pub casi vacío. Parece caro pero quiero tomarme una copa antes de volver. Encuentro a un chico que estaba cenando antes en la cafetería. Me siento a su lado y le saludo. Me cuenta que ha venido por el estreno de “Make-up Room 2“, que es el mánager de Nanami Kawakami. Qué casualidad. Hablamos acerca de su estrategia para que su representada gane popularidad con el porno antes de dar el salto definitivo al cine comercial. Me parece muy bien que haga pelis normales, pero no querría que dejara el porno. Eso no se lo digo, claro. Me dice que irá al festival Udine y le deseo suerte y que disfrute de la comida italiana.

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