Aunque hace ya un par de semanas que finalizó la presente edición del Sitges Film Festival, comenzamos hoy nuestras crónicas festivaleras comentando lo más asiático que hemos podido ver durante el festival. Podríamos decir que esta fue la vuelta del Sitges que conocíamos, una edición ya con la pandemia prácticamente olvidada, para bien o para mal, sin especiales restricciones y con una enorme afluencia de público. Según comentaban se había batido el record de 2019 de entadas vendidas por bastante y, curiosamente, no sentí que hubiera la masificación que se sentía en años anteriores. Entiendo que el mantener las entradas numeradas hace que la gente no tenga prisas por formar esas colas kilométricas que antes veíamos, si bien la prensa, y acreditados de industria, seguimos siendo los grandes “olvidados” de este sistema, teniendo que hacer colas y con espacios reservados que en Prado o Retiro son, creo, los peores asientos con diferencia.

Sea como fuere, este ha sido un buen festival, donde he primado las entrevistas y el pasar el tiempo con la gente a las películas y donde he intentado cribar un poco el contenido, que muchas veces me obligo a ver películas que se que no me van a gustar o que no es momento para verlas solo por que son asiáticas. Y a pesar de todo, este año nos la jugaron las maratones, aunque todo a su debido tiempo.

Al hablar del palmares del festival ya hacíamos algunas reflexiones sobre como ha ido este evento y en ellas destacábamos tanto las presencias asiáticas, en forma de actores y directores, como la vuelta de la sección Órbita, que aglutinaba una buena ración de cine asiático. Precisamente en Órbita se encontraba la primera película que pude ver en el festival, A Man of Reason, debut en la dirección de largometrajes del conocido actor Jung Woo-sung.

La cinta se centra en Su-hyuk, quien acaba de salir de la cárcel tras 10 años por varios asesinatos en nombre de su jefe. Su-hyuk solo quiere alejarse de la mafia y vivir una vida normal junto a su novia y su hija, pero cuando solicita salir de la organización se desata una caza al hombre por parte de uno de sus lugartenientes.

Con un magnífico acabado técnico y muy buena dirección, lo primero que sorprende de esta propuesta es su tono dramático. Tiene acción y violencia, con una apertura algo confusa pero muy contundente y unas escenas de acción automovilística más que destacables, el coche parece un personaje mas de esta historia. Sin embargo, el componente dramático y emocional se pone en un primer plano, destacando en una muy buena construcción de personajes y en los antagonistas, que nos presentan diferentes capas y diversos matices, desde el lugarteniente mafioso que realmente es un don nadie a la sombra de su jefe hasta una pareja de asesinos psicópatas pero con sentimientos. El guion es simple, típico y nada complejo, pero esos personajes y un magnífico tramo final le dan el punto a una película que cada vez que recuerdo me gusta mucho más.

Justo tras disfrutar de A Man of Reason teníamos la oportunidad de ver una obra de animación clásica ambientada en la tradición de la India de la mano de Ram Mohan, el padre de la animación india, y el japonés Koichi Saski.

Ramayana: The Legend of Prince Rama es una de las historias más conocidas del imaginario indio. En Ayodhya, el palacio real del reino de Kosala en la antigua India, el príncipe Rama, tras ser desterrado del palacio debido a una intriga de la corte, se retira al bosque con su esposa Sita y su hermano Lakshmana. Rama, que había vencido a los demonios, sufre la ira del rey demonio Ravana, y Sita es secuestrada, comenzando un viaje lleno de aventuras, drama y descubrimientos.

Siempre es un placer redescubrir animación tan particular y diferente como esta, con un imaginario al que no solemos estar acostumbrados desde occidente, pero realmente eché en falta varios elementos. Lo primero es el doblaje al ingles, que no se si es el original o no, pero es bastante desastre y muy monótono, me hubiera gustado escucharla en hindi o algo similar. A esto se le suma una historia que a pesar de ser una epopeya épica, con la presencia de dioses y demonios, drama, perdida, batallas, etc, está narrada con muy poco sentimiento, casi con un tono didáctico o aleccionador en muchos momentos, pero que no te llega a nivel emocional. Fue un visionado interesante, aunque algo decepcionante.

Cerrábamos nuestro primer día en Sitges con una curiosidad, una maratón que en vez de ser de madrugada era de tarde -no recuerdo si se había programado una de estas antes fuera del último domingo-. La primera película de la misma era la malaya Blood Flower del director Dain Said, quién ya estreno en su día en el festival el thriller fantástico Interchange.

Iqbal es hijo de una curandera que muere al intentar realizar uno de sus exorcismos. Su padre, para intentar alejarlo de esa vida, bloquea los poderes que ha heredado de la estirpe familiar, pero estos le harán falta más que nunca ante los oscuros acontecimientos que ocurren en torno a un vecino del edificio que tiene un piso convertido en invernadero donde destaca su posesión más preciada, la Flor de Sangre.

Debo serles sincero, he olvidado muchas partes de las película, lo cual ya dice algo de que me pareció en general. Valoro mucho el intento de crear una atmósfera oscura y opresiva, que se consigue en muchos momentos. Esas escenas calurosas, oscuras, sucias, brillan en lo visual y acompañan muy bien al toque de misticismo cultural. También tiene sus momentos efectistas tanto en terror como en gore, lo cual también se agradece en un festival como Sitges. Sin embargo, su guion en general me aburrió muchísimo, su narración, sus diálogos… no entré en lo que me contaba ni en cómo lo contaba, descubre sus cartas de forma bastante evidente y se ve venir su desenlace. En fin, que no me dijo mucho realmente.

La última película que comentaré en esta primera crónica festivalera es uno de los más trepidantes ejemplos de thriller de acción coreano que he visto en los últimos años, debut en la dirección del actor Lee Jung-jae, cuya fama internacional es estratosférica desde el triunfo de la serie Squid Game, donde era uno de los personajes principales.

Hunt nos sitúa en la corea de la década de 1980. Tras la muerte del dictador Park Chung-hee se establece un régimen que no deja de ser una dictadura de facto y en este ambiente dos altos cargos de la seguridad surcoreana tienen la misión de perseguirse mutuamente en una caza de brujas donde todos son sospechosos de ser espías norcoreanos e intentar atentar contra el actual jefe del estado.

Cómo ya adelantaba esta es una de las mejores propuestas dentro de su género que he visto en años, un thriller de espionaje, con mucha acción y una fuerte carga política, muy bien ambientado, de guion ágil y desarrollo trepidante. Es cierto que toda su premisa puede resultar algo confusa para los no conocedores de la historia coreana (no se basa ne echos reales, sino en ficción con ambientación histórica), pero es algo mínimo que creo se intenta explicar de forma acertada (era bastante más farragoso el desarrollo de Cliff Walkers de Zhang Yimou, por ejemplo). Por lo demás su acabado técnico es excepcional, sus momentos de acción contundentes y sus actuaciones más que solventes, destacando los papeles protagonistas de Lee Jung-jae y Joon Woo-sung, pero con un elenco lleno de cameos de actores de primera línea.

Entrevista a Lee Jung-jae

Además tuvimos la suerte de poder conversar un rato con el actor y director Lee Jung-jae, algo que se nos antojó idílico ya que fue uno de los personajes más solicitados del momento a la hora de hacer entrevistas y estuvo poco más de 24 horas en el festival. Durante esta conversación, que publicaremos durante las próximas semanas, tuvimos la oportunidad de comentar con él como surgió el proyecto, las dificultades que encontró a la hora de tratar un momento histórico tan complejo y como vivió todo el proceso.

Entrevista a Joon Woo-sung y Kim Jun-han

También pudimos entrevistar al propio Joon Woo-sung, que estaba en Sitges junto a uno de los actores antagonistas de A Man of Reason, Kim Jun-han. Desde fuera Joon Woo-sung parecía más serio y discreto que Lee Jung-jae, que quizás ya está acostumbrado a las “alfombras rojas” de estilo occidental y ofrece una sonrisa a todo aquel que se la solicita, pero realmente es un profesional que nos consta ha vivido el festival con pasión (se quedó durante varios días) y esconde un gran sentido del humor. Pudimos conversar con actor y director sobre A Man of Reason y es una de las razones por las que anteriormente comentaba que me gusta más cada vez que pienso en ella.

Por cosas como estas es por lo que vengo acreditado a Sitges.

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