Si hay algo que me gusta del boom del cine de acción indio de las décadas de 1970 y 1980 es que en muchas ocasiones tomaba los traumas del pueblo, los problemas de las clases bajas y trabajadoras, y construía sus (anti)héroes sobre la base de la ira social, el enfado con un sistema político, laboral y social de exclusión, corrupción y discriminación.

En Deewaar, dos hermanos se enfrentarán en un duelo fratricida, uno policía, otro delincuente, pero ambos prácticamente iguales. Su infancia estuvo marcada por la caída en desgracia de su padre, un sindicalista vilipendiado por sus compañeros por los engaños de un patrón déspota y corrupto. Ante una infancia pobre, la madre y los dos hijos deben sobrevivir y elegir su camino, el mayor luchara por mantener a su familia y se convierte en delincuente, el menor, tras mucho estudio y poca suerte, acabará siendo policía. Ambos luchan por lo mismo, sobrevivir, mantener a su familia, solo cambia el modo en que han elegido hacerlo. En cierto momento el personaje interpretado por Amitabh Bachcham, el hermano delincuente, llega a comprar el edificio en que su madre trabajó de porteadora y de donde la despidieron de malas formas. Ese tipo de justicia social es la que marca este tipo de producciones más allá de héroes y villanos, una justicia social que todo pobre, excluido y marcado por la injusticia de la India espera poder replicar. El origen de estos personajes son su espejo, el reflejo de si mismos y de su inconformismo con la situación que les subyuga. El medio, muchas veces, es lo de menos.

En Zanjeer, Amitabh es esta vez un policía marcado por el asesinato de su familia cuando era un niño. Sus métodos son sucios y su ira y frustración palpable, pero a su vez es honorable y recto, pero la venganza contra el asesino de su familia marca su devenir. Este personaje en particular podría asemejarse conceptualmente a lo que el director Rohit Shetty intenta crear en su denominado “Cop Universe”, una serie de películas que tienen al policía como eje central y cuya primera entrega es, precisamente, Singham.

Singham, a quién da vida la super estrella Ajay Devgan, es un policía de provincias con sus propios métodos. Pocas veces castiga severamente, ayuda a sus vecinos y pone orden en las disputas. Todo el mundo le respeta y por tanto respeta el statu quo de su comunidad, un ejemplo de lo que debería ser una sociedad equilibrada, justa y lógica. Pero no por ello Singham es un pusilánime, el policía es el garante de la estabilidad social y ello requiere respeto y fuerza a parte iguales.

La cosa se volverá complicada cuando un gangster de ciudad sea condenado a ir a la pequeña comisaría de nuestro protagonista para firmar su libertad condicional. Evidentemente el gangster se niega y envía a un secuaz para sobornar a Singham y todo acaba bastante mal, ante el monumental enfado del gangster, el cual usa sus contactos para trasferir al policía a la ciudad, su territorio. Singham debe enfrentarse a las continuas intervenciones del gangster, que tiene contactos en las esferas políticas y policiales, hasta que su paciencia se agota.

Más allá de ser un blockbuster muy entretenido, chulesco, con acción desmedida, stunts sorprendentes y mucha adrenalina, la clave de esta película vuelve a ser que la crítica social, la representación de los problemas que sacuden al país. El gangster representa esos mafiosos tantas veces vistos que corrompen todo lo que tocan y se creen por encima de la propia ley, llegando a pervertirla. El policía es el garante de la libertad y el “bien”: cuando la ley se pone en entredicho el policía debe actuar para mantenerla; cuando la ley se corrompe, el policía debe actuar igualmente saltándose las convenciones para limpiar el propio sistema. El policía debe ser un punto de apoyo inapelable, libre para actuar por el bien social más allá de otras consideraciones. Esa es la esencia y el mensaje de Singham y de todas las entregas posteriores de este “Cop Universe”. Se perfectamente que el concepto puede sonar dudoso, sobre todo a ojos de sociedades occidentales: “el policía puede saltarse la ley si con eso defiende la justicia en un sentido más amplio”, pero ya hemos dado algunas pinceladas sobre los antecedentes de la representación cinematográfica de este tipo de conceptos en el cine local.

No nos encontramos ante los dramas de acción de Amitabh Bachcham. El acabado de este tipo de películas se acerca más a la comedia de acción, con representaciones sociales superlativas y directas, momentos de acción con stunts loquísimos y chulería a raudales. Estas son cintas para pasarlo bien, pero a su vez para exponer de forma nada velada problemas sociales del país, como la corrupción, las diferencias sociales del campo a la ciudad, los problemas de la mujer o el terrorismo.

No, no me olvido que Singham es el remake de una cinta anterior rodada en idioma telugu y, como no la he visto aún, no puedo discernir si estoy dando demasiado “merito” a su director Rohit Setty o al tandem Sajid-Farhad, autores del guion junto a Yunus Sajawal, y nombres que se repetirán en todas las películas que componen esta “saga” hasta la fecha. Pero la esencia está presente, y la diversión también lo está.

Su secuela, Singham Returns, sigue una línea parecida a la primera entrega. Nuestro protagonista es comisario de policía e investigando la muerte de un compañero que conducía una ambulancia llena de dinero -y que es acusado por los medios de corrupto-, acaba enfrentándose a un líder religioso de motivaciones bastante oscuras metido en trapicheos políticos de alto nivel.

En la parte “social” sustituimos al mafioso corrupto por un líder religioso bastante dudoso con tendencias criminales y tejemanejes políticos, además de poner en primer plano el amarillismo de los medios de comunicación. En la parte “cinematográfica” la película es bastante más floja que su antecesora: sigue en su línea de chulería y acción, pero se pierde en cierto modo la frescura de la original; los stunts están mucho más centrados en tiroteos, perdiéndose la magia del cuerpo a cuerpo; se mete más comedia y eso en general no le siento bien. Una cinta algo más continuista y genérica. Por contra cuenta con la presencia de Kareena Kapoor, y eso siempre es bien.

Ya en 2018 Rohit Shetty vuelve a la carga con otra cinta dentro de este mismo universo. Simmba se inspira en una película telugu anterior, Temper (2015), que según el director no es un “remake” al uso ya que querían utilizar algunas escenas de la película y decidieron comprar lo derechos, pero no había intención de rehacer la misma historia. Sea como fuere el guion vuelve a estar a cargo de Yunus Sajawal y el tándem Sajid-Farhad, repitiéndose buena parte del equipo técnico de las películas anteriores.

Simmba, interpretado por el carismático Ranveer Singh, es un joven oficial de policía que de pequeño vivió en primera persona la corrupción policial y entró en el cuerpo solo por la promesa de dinero fácil. No es mala persona, pero si que su desparpajo inapropiado y su intrínseca corrupción lo hacen la antítesis de lo que debería ser un oficial de policía. El joven termina asociándose con un mafioso local hasta que sus hermanos violan brutalmente a una joven que quería denunciarlos por usar a niños para el tráfico de drogas. En ese preciso momento Simmba se pone por primera vez en la película su traje de policía y todo cambia.

Esta cinta es curiosa por su mezcla. Su primera mitad es una comedia declarada y en ocasiones tontorrona, divertida y con su punto de juego romántico. Su segunda mitad, por el contrario, se convierte en un drama de acción con un alegato anti violación superlativo, sobre todo en las escenas que tienen que ver con el juicio donde se dilucida la violación de ambos hombres. Sus stunts vuelven a ser espectaculares y su acción muy loca, con aparición final de Singham como “árbitro independiente” en la investigación. Imagínense como acaba la cosa.

Simmba tiene una escena final, que no pos-créditos, donde Singham habla con otro oficial sobre lo sucedido. Ese otro oficial es nada menos que Akshay Kumar, quien dará vida a Sooryavanshi, el protagonista de la última película hasta la fecha de este peculiar universo.

Sooryavanshi pone el foco en el terrorista islámico, siguiendo a un equipo especializado que persigue a este tipo de criminales. El propio Sooryavanshi perdió a sus padres en un ataque con bombas en 1993 y años después ve la posibilidad de detener no solo al responsable de las mismas, sino a los autores ideológicos. Sus métodos no serán sutiles, pero el alegato está claro: el terrorismo es una lacra, pero no todos los musulmanes de la india son terroristas, todos son indios y se debe combatir a los extremistas desde todos los estamentos, incluidos los religiosos. Un mensaje de unidad en medio de una película de acción igualmente trepidante y adrenalínica, con un punto de thriller, más estándar que sus predecesoras aunque muy exagerada -en los tiroteos no paran de salir terroristas armados de todo sitios, decenas de ellos-. Atención a su tramo final donde nuestros tres policías: Singham, Simmba y Sooryavanshi, deberán defender una comisaria ante decenas de terroristas armados con escenas de infarto y mucho chistecito autoreferencial.

Este “Cop Universe” pretende trascender el cine y generar contenido en otros medios y formatos. En algún momento entre finales de 2022 y 2023 PrimeVideo estrenará una serie llamada Indian Police Force, dirigida por el propio Shetty y protagonizada por Sidharth Malhotra, al que hace nada veíamos en la más que destacable cinta de acción bélica Shershaah, y Shilpa Shetty Kundra. Además, el estreno de Singham 3 está previsto para 2023, con lo que tenemos policías para rato.

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