Como introducción a este repaso, citar que nuestro director puede aparecer mencionado con alguno de esta larga lista de nombres: Lam Ngai Kai, Simon Nam, Nam Nai-Choi, Lan Nei-Tsai, Lan Nai-Tsai o Lin Nai-Tsai. Como de alguna manera tenemos que llamarle, hemos optado por el nombre de Lam Nai-Choi que es el empleado en hkmdb.com, web que hemos considerado como fuente de mayor fiabilidad para obtener datos sobre su filmografía y créditos.

Si hay una película que marca su carrera, esa es sin duda Historia de Ricky (1991); sus delirantemente excesivos y ultrasangrientos combates la han convertido en todo un título de culto en occidente, eclipsando muchos de sus largometrajes restantes o provocando, curiosamente, que otras de sus producciones con cierto renombre no se asocien como provenientes del mismo autor. Observando su trabajo, este se puede dividir en dos etapas muy claramente diferenciadas, tanto en temáticas como en estilos, la primera, en la Shaw Brothers, donde dio sus primeros pasos y formación; y la segunda en el seno de la Golden Harvest. Tratándose de dos fases tan distintas, le hace a uno reflexionar sobre cómo, tanto en el cine occidental como asiático, a menudo cuesta diferenciar, dentro del sistema de estudios, el trabajo de dos tipos de directores: los artesanos (eficaces realizadores que sacan adelante proyectos ajenos con la mayor solvencia) y los autores, que, aun manejando encargos, saben darle su impronta propia y los convierten en algo personal. ¿Es más auténtico el Lam Nai-Choi de la Shaw, en su mayoría centrado en temas y personajes sociales y urbanos o el de la Golden Harvest, caracterizado por la proliferación de monstruos, FX y muchas veces con destino a la Categoría III? Para el que escribe, le parece más sugerente esta segunda fase, mucho más alocada, extrema y delirante, además de ser en esta etapa en la que realiza Historia de Ricky. Nos cabe solo preguntarnos si es este el cine que con el que más disfrutaba y en el que ponía más interés o solamente fue una concatenación de proyectos con temáticas más o menos parecidas.

Pero no adelantemos acontecimientos y arranquemos por el principio. Como hemos mencionado líneas más arriba, los orígenes de Lam Nai-Choi tienen lugar en la Shaw Brothers, empezando por los escalafones más inferiores. Pasó del departamento de cámara como responsable de focos para convertirse en director de fotografía, labor que desempeñó en títulos como The Drug Connection (1976) o The Avenging Eagle (1978), ambos dirigidos por Sun Chung. Lam desempeñó esta labor durante siete años y fue considerado como uno de los mejores de su oficio, hasta que el también actor Danny Lee lo invitó a co-dirigir One Way Only (1981), que se convertiría en el film debut como director de ambos. Se trataba de un drama juvenil con el trasfondo de las carreras de motos, donde asistimos a las aspiraciones amorosas del protagonista, con mucho de drama, pizcas de comedia y donde no puede faltar alguna competición deportiva motorizada. Interesante, con un target claramente enfocado a adolescentes.

El primer film en solitario de Lam llegaría un año más tarde, Brothers from Walled City, de 1982. Este era un dramón de los buenos, con una pareja de hermanos criados en la Ciudad Amurallada de Kowloon que, tras una traumática experiencia en su juventud, acabarán cada uno a lados opuestos de la ley. Esta es una de esas historias donde sabes que las acciones de los protagonistas van a terminar mal y que la tragedia se va a abatir inevitablemente sobre su puñado de antihéroes. Como espectadores, se convierte en una de esas experiencias tan sufridoras como adictivas, de las que te enganchan y necesitas saber más de los personajes. Muy interesante.

Lam no abandona los ambientes urbanos en su siguiente largometraje, Men from the Gutter (1983), aunque desde una perspectiva policíaca y moviéndose dentro del cine de acción. Dos historias criminales paralelas, con el único nexo en común del policía que lucha por ponerles freno: por un lado, la de una banda de delincuentes que planea robar un furgón blindado y, la más interesante, la de un capo de la droga al que un asesino pretende poner fin a su vida. Un árido policíaco, violento, con gotas dramáticas y que, pese a moverse en un estilo de acción muy de a ras de suelo, no rehúye la espectacularidad como en su largo y aparatoso final. De nuevo, un film disfrutable.

El último film de Lam Nai-Choi con la Shaw sería Three Stooges Go Undercover, de 1984, que combinaba acción y comedia y cuyo guion contaba con la pluma de Wong Jing. El trío protagonista estaba compuesto por una aguerrida policía (Kara Hui) que formaba equipo con un par de caraduras (Natalis Chan y Stanley Fung), siendo su gran enemigo el mítico Sek Kin. Muchos sketches, humor y también espacio para la acción marcial en una propuesta entretenida.

Lam tendría una breve etapa en que colaboraría con Wong Jing, desempeñando la labor de director de fotografía en un par de títulos, Prince Charming, de 1984 y The Flying Mr. B (1985). Este año 1985 supondría la marcha de ambos a la Golden Harvest. Sería en 1986 cuando Lam filmaría su primer título dentro de la compañía, con The Ghost Snatchers. Aquí Wong Jing no solo aparece (según la mayoría de las fuentes) como co-firmante del guion, sino que también se reservaba el papel de protagonista. Una comedia fantasmal que, por las fechas de la realización y por las imágenes iniciales de ese alto rascacielos envuelto en nubes tenebrosas, podría parecer un exploit de Los Cazafantasmas (1984), sin embargo, no lo veo tanto así y más bien lo compararía con títulos hongkoneses posteriores y fantasmales como Thunder Cops (1989) o The Haunted Cop Shop (1987). Donde, además, tienen mucho peso estos rituales taoístas tan presentes en el fantástico local. Pese al impactante inicio y a algún detalle inesperadamente gore, una divertida comedia repleta de acción y donde Lam parece que empieza a cogerle el gusto a los FX, físicos y ópticos: así citaría, por ejemplo, el mencionado arranque de impacto y los trabajados escenarios finales. El reparto, donde también podemos encontrar a Joyce Godenzi o a Stanley Fung, tenía que enfrentarse a la amenazante presencia de los fantasmas de unos soldados japoneses, entre otros peligros más.

The Seventh Curse (1986) supone la última colaboración de Lam con Wong Jing, quien ejerce aquí de productor y guionista, y se convertiría en su primer gran “hit”, hit al menos en lo que se refiere al cine fantástico más alocado y desprejuiciado, claro está. Aquí un joven policía (Chin Siu-Ho) debe evitar que se cumpla la séptima de una lista de maldiciones que sufre, lo que le supondría la muerte, y para ello acude a Tailandia (que cualquiera que haya visto un par de películas de magia negra, ya sabe que es la cuna de todos los males). Con la escena inicial parece que nos enfrentamos a un frenético policíaco, pero nada más lejos de la realidad, esto pronto se convierte en un relato de aventuras indianajonesco loquísimo, como un Templo Maldito pasado de vueltas, con gore, artes marciales, monstruos alienescos, bebés mutantes y maldiciones. Entre el delirante despliegue de monstruos, sus eficaces FX y momentos delirantes, como ese instante del monstruo destruido a bazookazos, acaba todo resultando un divertimento de lo más impagable y sin desperdicio alguno. Chow Yun-Fat aparece destacado en muchas carátulas de la película, sin embargo, interpreta un rol muy secundario, el de Wisely, un popular personaje literario a medio camino entre Indiana Jones y detective de lo sobrenatural que, curiosamente, repetirá posteriormente en el cine de Lam. El reparto más estelar se completa con Maggie Cheung.

Su siguiente film fue Killer’s Nocturne (1987) que, en cierto modo, suponía un regreso en lo temático y argumental a su cine de la etapa Shaw. El guion nos transporta al Shanghai de los años 30, a un escenario de juegos (en esta ocasión centrado en el mahjong), glamour, traiciones y venganzas. Su protagonista (de nuevo Chin Siu-Ho) buscará justicia en un viaje de caída en desgracia y resurgimiento (durante el cual asistimos a uno de los momentos más locos del film, en que se verá obligado a boxear contra un canguro) hasta el emotivo y emocionante desenlace. Sin ser una mala película, sufre (aunque esto es más un problema del espectador occidental, no del film) de largas partidas de mahjong que, para el que no tiene ni idea de las reglas del juego como es el caso del que escribe, produce que lo que deberían ser emocionantes escenas de juego resulten aburridas. Como dato extra, del guion se ocupaba Manfred Wong, el posterior escritor y productor de la popular serie Young and Dangerous.

Al año siguiente Lam se embarcaba con Her Vengeance (1988) en otra de las constantes de su cine de estos años como fue la adscripción de muchos de sus largometrajes a la Categoría III. El film era un rape and revenge de manual con Pauline Wong víctima de una violación grupal quien solo cuenta con la ayuda de un Lam Ching-Ying en silla de ruedas para consumar su venganza. Como corresponde al subgénero, turbia y sangrienta; el desarrollo del metraje se convertirá en una concatenación de cadáveres uno detrás de otro en una espiral de violencia que parecerá no tener fin, hasta llegar al angustioso y agónico desenlace. Película estimable, pero bruta y malsana como mandan los cánones de este tipo de historias. De acuerdo a varias fuentes, Lam sentaría las bases para el auge de la Categoría III con este film, siendo el segundo título con dicha calificación tras la china Los hombres detrás del sol (1988).

En 1989 Lam nos ofrece la que para el que escribe es su obra maestra, The Peacock King, estrenada en DVD en nuestro país con el título de Dioses contra demonios. Adaptaba un manga de Makoto Ogino, Peacock King (Kujaku Ō) y tenía al frente del reparto a Yuen Biao, con Gordon Liu en un papel secundario, mientras que en el apartado femenino contaba con Gloria Yip y Pauline Wong. El film es un raudal de fantasía y aventura sin freno, un festival de seres fantásticos y de acción sin descanso que nunca pierde la capacidad de sorpresa. Un verdadero despliegue de efectos artesanales propios de la época: maquillajes, monstruos creados con animatronics, pequeñas criaturas animadas mediante stop-motion, transparencias… Sorprendente es también el diseño de algunas de las criaturas y de alguna de las ambientaciones. Respecto a esto, no puedo evitar mencionar el escenario del clímax final, con un diseño que parecería salido de la mente de H.R. Giger y que incluso contiene decoraciones con motivos sexuales (¿o acaso esas aberturas en uno de los muros no recuerdan a vaginas?) En definitiva, una joya de fantasía desbordante, aventura y diversión sin hueco para el aburrimiento.

La continuación no se haría esperar y ese mismo año 1989 se estrenaría Saga of the Phoenix, aunque las labores de dirección aparecen compartidas con Lau Shut-Yue. Repetían del reparto original Yuen Biao y Gloria Yip, a los que se añadían las incorporaciones japonesas de Hiroshi Abe y Shintaro Katsu. Es una pena que todo lo bueno de la primera entrega y su espíritu de gran aventura se eche por la borda en esta secuela, una aburrida e infantilona película que desperdicia buena parte de su metraje con las peripecias de una gremliniana mascota que apenas deja que la trama avance. Solo el gran monstruo final ayuda a despertar algo de la modorra. Una lástima.

El siguiente film de Lam le sumerge de nuevo en los terrenos de la Categoría III, Erotic Ghost Story, de 1990. Lam barnizaba las típicas fantasías chinas románticas de erotismo y vendría a convertirse en la precursora de títulos posteriores como Sex and Zen (1991), entre unos cuantos más. La timidez habitual del joven protagonista masculino (aquí un estudiante) de este tipo de historias no tardará en desaparecer cuando conozca a tres zorras que han adoptado forma humana y acabará acostándose con cada una de ellas. Un softcore ambientado entre finas telas vaporosas y rodado con gusto, estilo y estéticamente muy cuidado. Es por ello que resulta inesperado que esta exquisitez se rompa súbitamente con la inserción en la trama de monstruos de varias cabezas y escenas de acción terrorífica. Un alocado giro que personalmente no puedo más que alabar y que redondea una película que de este modo, entre escenas de sexo y monstruosidades, termina siendo muy divertida. El éxito del largometraje daría pie a dos continuaciones oficiales (y alguna extra-oficial), la primera de las cuales contó, curiosamente, con Anthony Wong.

En 1992 llegó la gran obra de su filmografía, Historia de Ricky, su título más conocido en occidente (aunque la taquilla de Hong Kong no respondió tan positivamente como en producciones anteriores del director), toda una pieza de culto y, qué duda cabe, una verdadera joya del cine más trash. Lam volvía a adaptar un manga japonés, Riki-Oh, de Masahiko Takajo y Saruwatari Tetsuya y contaba como protagonista con un joven Fan Siu-Wong. Si algo ha hecho popular a esta película es su combinación única de artes marciales y del gore más demencial. Son difíciles de olvidar sus escenas de lucha, salpicadas de sangre y de vísceras, donde un puñetazo puede atravesar un vientre, un enemigo estrangular al protagonista con sus propios intestinos o que este se arregle un corte en el brazo ¡atándose los tendones! Los FX gore son de lo más efectivos; uno diría que buena parte del presupuesto se reservó para ellos, por encima de otros aspectos del film como su ambientación, ya que el escenario de la cárcel donde se localiza la trama se presenta con una austeridad rozando lo indigente. El film respira un aire altamente sórdido, entre las mutilaciones sangrientas, el pobre diseño de producción y lo repulsivo del diseño de muchos de los personajes. Se suceden diálogos imposibles memorables (¿Por qué no permitiste que los médicos te extrajeran las cinco balas? Son recuerdos) y combates en los que no puedes más que esperar a ver cuál será la burrada siguiente… todo ello hasta llegar a un final de fiesta donde Ricky se enfrenta a un villano grotesca y absurdamente transformado y que se convertirá en una orgía de sangre, siguiendo la creciente progresión violenta del film. Una verdadera diversión para los amantes del cine gore más demencial y desmedido, absolutamente. Probablemente uno de los culpables de que la Categoría III hongkonesa se hiciera tan popular en occidente.

Lam despide su carrera en 1992 con otro de sus “hits”: The cat. Aquí Waise Lee interpreta a Wisely (personaje que en The seventh curse lo interpretaba Chow Yun-Fat, en este caso más detective de lo sobrenatural que aventurero) que, sin comerlo ni beberlo, se veía envuelto en la guerra intergaláctica entre dos razas alienígenas que tenía lugar en suelo terráqueo. Pese a que la portada con Gloria Yip y un gatito pudiera dar lugar a engaño, el film es una alucinancia total: tenemos aliens poseyendo a humanos, despliegues desbordantes de FX físicos (atención al derroche del gran final, digno de El terror no tiene forma, 1988), explosivas secuencias de tiroteos (Phillip Kwok se sale en su inquietante papel y, ojito, al momento en que emerge de entre las llamas) y uno de los enfrentamientos entre un gato y un perro más psicotrónicos nunca vistos. La película es un delirio divertidísimo, una caja inagotable de sorpresas que mete el acelerador y no pone freno hasta el espectacular y demencial final. Además de, por otra parte, tratarse de uno de los pocos filmes de ciencia-ficción que uno recuerda del cine de Hong Kong de la época.

Hasta aquí llega la trayectoria fílmica de Lam. Poco se sabe de su actividad tras abandonar la dirección ni los motivos de este abandono. Al parecer, trabajó brevemente en el cine japonés y después emigró a Estados Unidos, a San Francisco. Con su esposa se dedicó a trabajar como fotógrafo de viajes y han publicado juntos varios libros sobre el asunto, con temas tan variopintos como el invierno en Croacia. Ha aprovechado su tiempo libre para ocuparse en labores sociales y se hace llamar actualmente Troy Lam (por si no se le conociese ya por bastantes apelativos).

La filmografía de Lam Nai-Choi es, al menos desde su entrada en la Golden Harvest, un festín para los degustadores de cine extremo y de las bizarradas más disparatadas. Fantasmas japoneses, maldiciones tailandesas, duelos mágicos, monstruos colosales, artes marciales extremas, alienígenas multiformes… un catálogo de locuras que convierten cada uno de sus filmes en una montaña rusa de acción y aventura disparatada. Además de tratarse, no lo olvidemos, de todo un referente de la Categoría III hongkonesa. Aléjense de él, avisamos, eso sí, críticos snobs y pedantes, que el cine de Lam no va a ser de su simpatía.

Una Respuesta

  1. Sanji

    The Haunted Cop Shop, si mal no recuerdo con guión de… Wong Kar Wai!! Un incombustible y versátil, como todos los de esas décadas doradas del cine de Hong Kong. Gran artículo, gracias.

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