He de reconocer que la obra de Toshiaki Toyoda era, y sigue siendo en realidad, una de tantas asignaturas pendientes en la eterna lista de visionados, pero con la excusa de hablar de Blue Spring en uno de los programas del Kwoon de media tarde, el canal de Youtube que compartimos con “Mike y sus Chinos” y donde charlamos de cine asiático en directo con quien guste de pasarse, estoy intentando remediarlo y no puedo dejar de hablarles un poco de su cinta debut como director, Pornostar. Y no, no va la cosa del mundo del AV japonés o de la prostitución, como podría dar a entender tan peculiar título.

ポルノスター, Pornostar -renombrada en su edición en DVD como Tokyo Rampage, título por el que quizás sea más conocida en occidente-, comienza de una de las maneras más directas que he visto en mucho tiempo. Una cámara estática en el conocido cruce de peatones de Shibuya nos muestra, en cámara lenta y con unos riffs de guitarra eléctrica de sonido muy underground, a la gente pasar, pero un hombre (al que encarna el ex-comediante manzai Koji Chihara) en el centro del plano va acercándose poco a poco a nosotros, un hombre con chubasquero y la mirada perdida que simplemente anda entre la multitud y se acerca hasta quedar en un primer plano… es una cosa muy creepy que nos hace ver claramente que este hombre está fuera de toda cordura aparente, fuera de la propia realidad. Acto seguido el hombre camina por las calles, sin apartarse un milímetro de la gente con la que se cruza y choca, hasta que uno de estos choques se produce con un joven Yakuza (interpretado por Onimaru, un joven ex chinpira -yakuza de bajo rango- en la vida real) que se encara con él, aunque la cosa no va a más.

Pronto veremos como este psicópata parece tomarla con los propios Yakuzas, matando a dos de ellos, pero el grupo con el que se enfrenta ve su potencial violento y decide ficharlo para enfrentarlo a sus enemigos… cosa que como imaginarán no acabará de la mejor forma posible.

Pornostar destaca por su crudeza en la puesta en escena, que aunque pueda tener premisas que suenen a cómico, y en el fondo muchas de sus representaciones puedan hasta serlo, todo es oscuro, inquietante, bruto, sobre todo en la relación de este psicópata con el mundo. A esto acompaña perfectamente su uso de una banda sonora compuesta en su totalidad por temas punk y de rock callejero, con varios momentos muy de cultura pop que se narran a base de imágenes y música, muy al estilo vídeo musical.

Muy interesante es su representación de la juventud, que no intenta ser fiel a la realidad pero si simbólicamente directa. La juventud es lo único aparentemente amable de la película, representada por unos chavales que practican skate y que parecen los únicos que conectan con este peculiar psicópata. A su vez, en este pequeño microcosmos todo el mundo parece estar relacionado con la mafia, los adultos son Yakuza y los jóvenes proyectos de lo mismo, lo cual lleva al traste con cualquier esperanza y por eso el ambiente llega a enrarecerse tanto conforme pasan los minutos.

Esta cinta esconde mucho y requeriría un desglose analítico para expresar todo lo que quisiera decir de ella, pero no estoy aquí para eso, si no con la simple intención que intenten recuperarla. Durante nuestra conversación en el Kwoon, que les enlazo a continuación, vimos como muchas de estas temáticas iniciales se repiten en buena parte de la obra del director, sobre todo su relación con la belleza, y a la vez la desesperación, de la juventud, con la Yakuza y con las “almas perdidas”. Denle una oportunidad.

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