Volvemos a la carga con una nueva crónica asiática del cine que pudimos ver durante el pasado Sitges Film Festival. Ya saben como va la cosa, nada estructurado, opiniones la vuelo sobre tres películas, en este caso una taiwanesa y las dos cintas que presentaba el director japones SABU en esta edición del festival.

Midi Z es un director con gran proyección internacional en el circuito de festivales desde hace ya algunos años. Birmano de nacimiento y Taiwanés de adopción, sus obras tienen ese intento de retrato/crítica social, de trascender la simple historia y remover conciencias. Con Nina Wu se implica en el movimiento MeToo con una historia cruda y visualmente extraña.

Nina Wu es una actriz con aspiraciones que tras ocho años malviviendo a base de pequeños papeles, ha conseguido el rol principal en un thriller de espías situado en los años sesenta y que incluye escenas de sexo explícito -que acepta a regañadientes-. Bajo una presión extrema por parte del director, Nina comienza a quebrarse. Para colmo, no deja de imaginar que una misteriosa mujer la persigue.

Con un fuerte estilo visual, el director se adentra en la paranoia y el maltrato de una forma casi surrealista en algunos momentos, jugando entre Nina y esa mujer imaginaria como dos aspectos de la misma persona, no sabiendo muy bien a veces que estamos viendo en pantalla, si verdad, imaginación, película, presente, pasado… un juego a veces desconcertante y agobiante que va al pelo con lo que se pretende: una dura crítica a la parte más oscura del mundo del cine, y del espectáculo en general, con mujeres maltratadas, presionadas hasta el extremo y cosificadas de manera brutal. Y brutal es su final, desagradable, un puñetazo en el estomago tan directo y frío que te hace sentir bastante incomodo, quieres que se acabe, pero es que eso es precisamente lo que debes sentir.

He de reconocer que no entre de lleno en la propuesta, que no me pilló receptivo y varios momentos me dejaron algo frío. Pensando en ella veo la intención, el mensaje y la forma, pero en el momento no me llegó lo que cabría esperar.

Este año el veterano director japonés Hiroyuki Tanaka, alias SABU, hacía doblete en el festival con dos películas muy personales, ambas con ciertas similitudes formales muy en la línea de las comedias que suele realizar el director -y eso que no son comedias al uso-. Curiosamente ambas películas surgen de la colaboración de SABU con la compañía LDH, conocida agencia de talentos que provee muchos de los actores para las mismas.

En JAM el director y guionista construye la película a través de 3 historias paralelas, la de un cantante de enca y una de sus fans que está obsesionada con él, la de un joven religioso que busca hacer buenas obras para que el karma permita que su novia salga del coma, y la de un joven yakuza que sale de la cárcel y decide vengarse de los que le enviaron allí mientras ayuda a su senil madre. Estas tres historias se irán cruzando en un guión que esconde muchos detalles, pero que representa sobre todo como las casualidades, las consecuencias, el karma universal, puede influir en nuestra vida y como esta puede cambiar por ello.

Como decía los detalles son los que marcan la obra de SABU, a veces el tono cómico se mezcla con el terrorífico, o más bien situaciones terroríficas se narran de tal manera que son inherentemente cómicas -sobre todo en la historia del cantante y su fan, con un claro deje a Misery bastante curioso, o como el joven religioso acaba asociado con la yakuza creyendo que está haciendo una buena acción (yakuza también delirante ya que rompe nuestro concepto de traje de chaqueta para mostrarnos a pandilleros en chandal de terciopelo de colores chillones y cadenas de oro al cuello)-. La acción se circunscribe exclusivamente a la historia del ex-convicto, que se va enfrentando cada vez a grupos más numerosos de pandilleros -en un in-crescendo también de aspiración extrañamente cómica- mientras empuja la silla de ruedas de su madre. La esencia está en los detalles, en como se mezclan las diferentes historias y como, aparentemente, unas se dan la vez a las otras para llegar a un final digno de pensar con cuidado y largamente.

Una obra sutil y maravillosa en muchos aspectos, que personalmente me atrapó y cuyo final aún resuena hoy en mi cabeza.

La segunda película que se presento en Sitges fue Dancing Mary, aparentemente “más convencional” que la anterior en su narración y que destacaba por ser el primer papel de importancia en el cine del bailarín Naoto del grupo Exile, uno de los productos de la casa LDH.

De nuevo con guión del propio SABU y características parecidas a las de JAM, aquí nos encontraremos a un joven empleado público, sin muchas aspiraciones ni motivación en su trabajo, que debe enfrentarse a los rumores que dicen que un viejo salón de baile que debe ser derruido esta habitado por un fantasma que ya ha causado problemas a otros compañeros. Al final termina asociado con una joven que ve espíritus e intentan ayudar al fantasma para exorcizar el edificio.

Declaradamente más directa que la anterior en cuanto a mensaje, volvemos a la mezcla de géneros y las sutilezas como elemento destacado de la misma. Lo que comienza con un claro toque de terror, se revela como una dura crítica, en ocasiones bastante satírica, a un sistema público lleno de funcionarios que se ven con un trabajo fijo y descuidan su motivación, a incompetentes capaces de asociarse con la Yakuza para sacarse las castañas del fuego -una Yakuza que esta vez si es de traje, pero que se lleva al extremo en su actitud pendenciera y manipuladora-. También es una historia de crecimiento personal, de encontrar lo que te motiva en el mundo y hacer lo que se debe hacer por ello. Además es muy interesante en lo formal, en como se representa “el mundo de los espíritus” y como actúan estos, en como se presenta la acción, personificada en el personaje interpretado por el mítico Ryo Ishibashi.

De nuevo una obra muy interesante, más directa y fácil que JAM, pero digna de verse y disfrutarse.

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