El cine clásico es el protagonista de esta nueva entrega de nuestras crónicas asiáticas del Sitges Film Festival, donde pudimos disfrutar de una obra maestra del Wuxia clásico, un magnífico ejemplo de fantaterror japonés y una de las películas más aburridas que pude afrontar en esta edición del festival.

Tras la decepción que fue la calidad de la copia con la que pudimos ver Come Drink With Me, volvíamos a reencontrarnos con la retrospectiva dedicada a King Hu, tristemente por última vez durante el festival, para ver una de las obras maestras del director, la épica y trascendental A Touch of Zen.

La película sigue en un primer momento al joven Ku, que vive en un antiguo fuerte abandonado que se cree encantado, pero que realmente acoge a una bella guerrera y sus compañeros que huyen de la justicia por traiciones políticas. Ku se enamora al instante de la joven, pero la cosa se complicará de maneras insospechadas.

Basada en una serie de relatos cortos, la película conserva una cierta estructura fragmentaria en donde cada segmento parece darle al vuelta al anterior. Lo que comienza como una historia de fantasmas se transforma en una de disidentes políticos con tintes románticos, para luego pasar a la acción y posteriormente ir introduciendo un in crescendo de elementos religiosos y metafísicos, dejando al joven Ku en el tramo final de la cinta a un lado para centrarse en un clásico enfrentamiento entre el bien y el mal, encarnados en un traicionero oficial y un poderoso monje budista.

Pensada para estrenarse en dos partes, debido a su extensa duración, la cinta muestra no solo elementos más tradicionales de cine de acción marcial, sino otros mucho más vanguardias y trascendentales que marcarían no solo la carrera de Hu, sino buena parte de la fuerza visual de Wuxias más modernos como, por ejemplo, The Assassin de Hou Hsiao-Hsien. Esas escenas de exuberantes paisajes abiertos como catalizador visual, con los héroes, en muchas ocasiones, vagando por las ramas de los árboles de forma casi onírica; la acción grabada desde lejos, entre troncos y arbustos, como un elemento más de la escena, no necesariamente el principal o protagonista… Hay tanto que aprender de A Touch of Zen y de como King Hu crearía este estilo tan personal, elementos que también veremos en películas como Rainning in the Mountain o Legend of the Mountain.

Justo después de comer nos enfrentamos a la que, a la postre, podría considerarse la película más aburrida que vi esta edición de Sitges. Después de empezar con Demons ya creía que me había quitado el trago de película tostón de encima, pero el ansia, ese picor que sientes cuando tienes un rato libre y piensas “he venido desde una distancia de 700 kilómetros y debo aprovechar que estoy aquí”, te lleva a ver una película que ya tenía una pinta sospechosa y encima a la hora clave, la de después de comer. No hagáis eso amigos, no lo hagáis.

El Misterio de la Noche intenta construir una historia de terror sobrenatural, basada en leyendas locales, ambientada a principio del siglo XX. En la época colonial, un aristócrata y un miembro del clero encumbren un escarceo sexual expulsando a una mujer y su hija recién nacida al bosque para que desaparezcan. La mujer, conjugados los astros, lanza una maldición al morir y la hija acaba siendo acogida por los espíritus del bosque, mujeres que emiten sonidos animales que se apiadan de la recién nacida. Pasados los años el joven terrateniente, hijo de aquel que ya conocemos, debe pasar el rito de madurez de cazar un animal en el bosque por si mismo y allí conocerá a la joven, que se enamorara de él. El hombre vuelve a la ciudad con la promesa de volver y ella lo sigue, encontrándose vilipendiada y engañada por el hombre, que tiene mujer y un hijo nonato. Despechada vuelve al bosque y en su desesperación se convertirá en un espíritu vengativo.

Cuando daño ha hecho la obsesión de dar un espíritu de autor al cine de género sin venir a cuento. Que sí, que cada cual rueda como le da la gana, pero esa manía alargar los planos sin decir nada, centrarse en elementos narrativos carentes de interés o que no aportan nada, abusar de lo visual sin intentar crear antes interés en el espectador para que el conjunto no quede vacío, aburrido… Y aquí se produce todo esto y más. Los minutos en que el director intenta mostrarnos como los espíritus crían a la joven, sin diálogos y con constantes gruñidos, se hacen eternos, soporíferos. El ritmo pausado no solo no aporta nada a la narración, sino que alarga el metraje sin necesidad. Es que no entré en ningún momento, me parece un despropósito que no salva ni su recta final, donde la introducción de efectos visuales y elementos gore bastante crudos parece más un intento de hacernos terminar de ver la película que de sorprendernos de algún modo.

Y los efectos de sonido del aleteo, por dios el aleteo, salí del cine con ese efecto cutre en mente y es que solo recordarlo hace que me enfade.

La cosa mejoró, y de que manera, con un clásico recuperado, y no especialmente conocido, del fantaterror japonés. The Living Skeleton es un curioso ejemplo de terror producido por la Shochiku hacia finales de la década de 1960 y dirigido por el hombre de la casa Hirsohi Matsuno. Siempre reitero el inmenso placer que es ver cine clásico en pantalla grande en un festival como Sitges, y si encima no había topado con él aún mejor que mejor.

La cosa empieza fuerte, con un grupo de piratas que secuestran un barco en alta mar y terminan liquidando a todos sus ocupantes. Tres años después, en un pueblo costero conoceremos a Saeko -Kikko Matsuoka-, que vive bajo la protección de un sacerdote católico -Masumi Okada- que le ofreció refugio cuando su hermana gemela, Yoriko, desapareció con su esposo en el alta mar. En cierto momento Saeko bucea con su novio y la pareja encuentra un grupo de esqueletos humanos sumergidos. Esa misma noche, un barco fantasma aparece entre la niebla en alta mar y una voz parece llamar a Saeko.

Esta producción es muy interesante por la mezcla de estilos que posee, contando no solo con elementos del kaidan japonés sino también del terror occidental, cine de alter egos, y … varias cosas más que no desvelaremos aquí, porque la magia de la película está en su desarrollo y como esta historia de venganza desde alta mar puede depararnos sorpresas y derroteros increíbles, sus ciertas dosis de gore, y una serie de giros y recovecos insospechados e ignotos. Lo originalidad de su argumento me pareció notable, y su ambientación muy destacable, rodada en un maravilloso blanco y negro cuando ya no tantos directores lo usaban, y menos aún en el género.

De imprescindible visionado para todo amante del fantaterror japonés, sea novato o curtido en estas lindes.

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