Como cada año tuvimos la suerte de contar con un enviado especial a uno de esos festivales que nos parecen especiales por muchos motivos, el Kyoto Historica International Film Festival. Fernando nos trae hoy la primera parte de sus impresiones en torno a todo lo que pudo ver durante el evento, con un estilo menos “etnográfico” que en otras ocasiones, pero igualmente interesante. Vamos a por ello.

Hola de nuevo, amigos de Asiateca. Como bien habréis visto en los avances, del 26 de octubre al 4 de noviembre se celebró el Kyoto Historica International Film Festival en el Museo de Kioto, en pleno corazón de Shijo-Kawaramachi. Para mí, asistir a esta cita se ha convertido en una tradición necesaria. Por un lado, para el estado de ánimo coincide con la transición entre el verano y el otoño, cuando uno saca el abrigo y los días se empiezan a hacer realmente cortos y sirve para apaciguar esa tristeza de entretiempo mezclada con el bajón post Sitges. Por el otro lado, es una oportunidad única para descubrir y estudiar clásicos japoneses en pantalla grande, la mayoría de las veces con subtítulos en inglés.

Este año, han querido dar un lógico homenaje a los asesinados en el incendio de Kyoto Animation proyectando varias de sus películas en el anexo del Museo. Paralelamente, y en el cine principal, han ofrecido una selección de las obras más importantes de los estudios de animación de la Toei. Pero no todo fue animación, claro.

Para el film inaugural (al que no asistí) abrieron con Talking the pictures, de Masayuki Suo, director de “Shall we dance?”, cuyo protagonista es un “benshi”, es decir, un narrador de películas mudas. Este concepto no es nuevo para mí, el año pasado tuve el privilegio de ver en este festival The police officer de Tomu Uchida de esta manera (cuya crónica podéis leer en esta misma web).

Para la siguiente película del día sí pude llegar, y fíjate qué suerte, es una película muda con benshi (y previo baile de maikos) en directo. “Gion kouta ehigasa: Mai no sode” es la historia de una geisha de Gion y su obsesión con un apuesto cliente. A pesar de hacer todo lo posible por esquivar a un parroquiano pesado para estar con su amor, es tal su pasión que, al no poder verlo de continuo, morirá literalmente de pena.

Siendo una versión restaurada en 4k, no perdía un ápice de su encanto y uno hasta agradece la gran labor de conservación del patrimonio histórico cultural realizado con fondos públicos en la prefectura de Kioto. En mi opinión, es muy romántico eso de ver pelis en celuloide, pero para joyas arqueológicas como esta, mejor dejar los rollos bien conservados, usarlos lo mínimo posible y tirar de esas versiones restauradas en DCP con la máxima calidad posible.

Para la sesión de las 18:30 habría sesión triple con el tema de Kioto como vivero de grandes talentos de la animación:

Entotsuya Perô (1930): Corto de animación imitando el estilo de las sombras chinescas para contar una historia de moraleja antibelicista.

Kumo to chûrippu (1943): Corto de animación musical cuqui al estilo americano en el que una araña haciendo blackface intenta disuadir a una mariquita muy mona para que descanse en una hamaca tejida por él mismo. Una tormenta les sorprenderá y la araña jazzística verá cómo todos ayudan a la mariquita quedando él solo ante la furia del clima.

Momotarô: Umi no shinpei (1945): Maravillosa cinta propagandística en versión restaurada que cuenta, en clave de comedia costumbrista, el día a día de los soldados, animalitos muy monos ellos, que darán gloria al imperio, tanto en sus días antes de partir como saliendo triunfantes ante el cobarde enemigo occidental. Lo más desquiciante de todo es que justifican la intervención bélica mediante un interludio en el que dan a entender, con toda la poca vergüenza, que van a liberar a los inocentes habitantes de un país del yugo de unos viles colonizadores llegados de ultramar.

El 27 de octubre sí fue un día dedicado en exclusiva a la animación.

Comienzo con The Little Mermaid (1976). Está mal que lo diga, pero aún teniendo en cuenta la importancia histórica del resto de cintas que componen el festival, esta película fue la que más me entretuvo. Principalmente por ser la que más cercana a un espíritu juvenil pre adolescente, en contraste con el resto de producciones, más dedicadas a un público infantil. Una tragedia, la de la Sirenita de Andersen, donde la trama avanza la mar de emocionante sin que las mascotas corten la narración con irritantes interludios cómicos (cosa que sí pasa en el resto de películas elegidas). Aunque originalmente se hizo para la Ocean Expo Park en Okinawa, pasaría a ser parte de la Toei Manga Matsuri de 1975, compartiendo (muy sensatamente) cartel con Mazinger Z, Getter Robo y Kamen Rider Amazon, entre otros. Menudo verano entretenido pasaron los chavales japoneses ese año.

Esta la pusieron en una copia en 35mm bastante cascada. Y en contra de lo que podría pensar (yo, que estoy tan a favor del dcp y las ediciones restauradas), tantos rallones, transición de escenas a trompicones y frases a medias por esas colas cortadas mil veces en cada cambio de rollo, me hizo tener un momento de regresión a las sesiones matinales en el colegio o a las noches del cine de verano en el pueblo y me dejó con muy buen humor.

Después de la proyección, el director de animación Tomoharu Katsumata, comentaba en modo de anécdota, que una vez terminada y entregada la película, le dijeron que se había quedado 10 minutos corto. Para poder estrenarla a tiempo, cogió una cámara y se fue con el productor a rodar localizaciones reales en Copenhague, y ese es el origen su extraño prólogo y epílogo en imagen real. Katsumata es, en parte, responsable de las series de Mazinger Z, Devilman, la primera película de Battleship Yamato… Daba gusto tener a una leyenda viva de la animación en la misma sala.

Después de comer empezó la maratón de tesoros nacionales de la animación rescatados y restaurados.

Sobre The White Snake Enchantress (1958), The Adventure of the Little Samurai (1959) y Doggie March (1963) poco tengo que decir. Son obras ampliamente reconocidas y de vital importancia para la Toei y la animación mundial. Lo que pasa es que, como digo anteriormente, tal vez se necesita poner mucho de parte de uno para disfrutar plenamente de ellas tan seguidas. El público objetivo de la época era exclusivamente niños de muy temprana edad, no es como en el cine de animación infantil actual, que es disfrutable para personas de todas las edades. Por eso, si uno las ve descansado y con ojos de cinéfilo historiador, puede ser una experiencia sobradamente gratificante; pero estar viendo durante 5 horas escenas de animalitos haciendo monadas mientras la narración principal transcurre a trompicones, se hace todo muy tedioso. En la sala, la media de edad era de 60 años aproximadamente. ¿Los señores de setenta y pico años disfrutaban porque tenían el corazón desbordado por la nostalgia o realmente se lo pasaban bien con estas películas infantiles? ¿Dentro de 60 años alguien se emocionará viendo Pocoyó o solo estará documentando con sus propios ojos una etapa crucial de la animación española? Menudo ejemplo he puesto.

A pesar de los aciertos de Las aventuras del pequeño samurái, la que vino después, Rock el valiente (como se llamaron en España The Adventure of the Little Samurai y Doggie March respectivamente) se me hizo muy cuesta arriba y me dejó agotadísimo.

Menos mal que habría casi una semana de descanso de animación y desde el siguiente día iba a venir un ciclo de llorar de la emoción.

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