Yi ge dou bu neng shao (1999)
Director: Zhang Yimou
Guión: Shi Xiangsheng
Actores: Wei Minzhi, Zhang Huike, Tian Zhenda, Gao Enman
Productora: Beijing New Picture Distribution Company, Columbia Pictures Corporation, Film Productions Asia, Guangxi Film Studio
Director de fotografía: Hou Yong

Después de tomar un poco de aire con Mantén la calma (1997), Zhang Yimou vuelve a poner el dedo en la yaga desmitificando quizá la institución china más antigua, y también la más emblemática: el sistema educativo. Esta vez, sin embargo, su crítica no llega a entenderse ni dentro ni fuera de casa. Dado que el propósito del director era sobrevivir a la censura, podríamos decir que el film cumplió su objetivo, pero seguro que con lo que Zhang no contaba era con que el jurado del Festival de Cannes rechazara la cinta ante las sospechas de que fuera propaganda velada. Zhang se enfadó tanto que retiró el film y acusó al festival de «no preocuparse por el arte» (Zhang citado en Zhang, 2001: 131).

Pero recapitulemos un poco antes de leer el film. En 1978 Deng Xiaoping pone en marcha la nueva economía de mercado a través de sendas reformas económicas, pero también inicia una reforma educativa que se centra en mantener el orden social y unificar una nación multiétnica en constante desarrollo y con unas desigualdades económicas y sociales incipientes. Sin embargo, deja pendiente de resolución varios puntos: la brecha educativa urbana-rural, los bajos índices de escolaridad en las niñas, las altas tasas de abandono y la situación de desigualdad de las minorías étnicas. En concreto, Ni uno menos plasma el abandono escolar y, sobre todo, la brecha educativa urbana-rural que se remonta a la fundación del PCC en 1949 cuando se desarrolla el sistema dual de financiamiento. El modelo, ratificado por el Consejo de Estado en 1951 y por la reforma de 1985, daba prioridad al desarrollo selectivo de las escuelas de las ciudades destinadas a formar rápidamente a futuros expertos y, por tanto, el sistema educativo de las ciudades pasaba a financiarse desde el estado mientras que el sistema educativo rural se financiaba desde las comunidades locales (Teng, 2005: 3). Esto significaba que, todo y que la ley desde 1986 garantizaba nueve años de enseñanza gratuita, existían tasas suplementarias que a menudo los alumnos no podían hacer frente, traduciéndose en altas tasas de abandono. Además, las deficiencias en financiación hacían que las escuelas rurales no contaran con personal cualificado ni con el material básico. Por ello, en octubre de 1989 una sub-organización de la Liga Juvenil Comunista inauguró el Project Hope —que luego se llamaría Hope Primary School— con el fin de recaudar fondos para que los niños más desfavorecidos de las zonas rurales pudieran recibir una educación digna.

Bajo este cielo se enmarca el docudrama Ni uno menos. Siguiendo la estela de Qiu Ju, una mujer china (1992), Zhang vuelve al neo-realismo: a esconder cámaras y micros, a tirar de actores no profesionales —esta vez incluso los actores hacen de sí mismos y usan sus nombres reales—, a representar la brecha urbana-rural… Si en Qiu Ju criticaba el sistema burocrático y usaba a Gong Li por bandera, ahora para criticar el sistema educativo rodaría de forma cronológica y sin guión redactado, escogiendo como protagonista a una desconocida Wei Minzhi: una improvisada maestra de 13 años que debe sustituir al profesor Gao durante un mes en la escuela de primaria de Shuiquan.

 

Como buen docudrama, hay dos elementos claves: la información y el drama. Las píldoras de información con las que nos avasalla sobre todo durante la primera parte del film, no solo sirven para situar al espectador, sino también para devastarlo. A pesar de las “reformas”, el jefe de la aldea sigue llevando el traje Mao. Wei debe cuidar de 28 niños de cuatro edades diferentes durante 26 días por 60 yuans (casi 8 euros), si es que no pierde a ningún alumno. Es una aldea de difícil acceso en la provincia de Hebei en las montañas, y por eso muchos niños han tenido que abandonar la escuela. De hecho, una de las niñas corre diariamente 5 km para poder llegar. Y varios duermen en la misma escuela: los niños, en el aula encima de las mesas y las niñas, en la cama del profesor; el mismo que hace seis meses que no cobra y gasta todo el presupuesto mensual en tizas. Por eso le deja a Wei 26 tizas, una por día, y le pide que las cuide. Además, parece que las reformas educativas tampoco llegan a la escuelas rurales, pues Wei debe copiar diariamente un texto en la pizarra para que los niños lo copien: un residuo claro del sistema educativo imperial. Y tampoco tienen reloj, un clavo en la pared les hace las veces.

 

Y luego empaqueta el drama. El profesor Gao encomienda a Wei que no pierda a ni un solo alumno, pero uno de los niños, Zhang Huike, tiene que ir a la ciudad a trabajar por dos yuans al día para pagar las deudas de su familia. Así que Wei marcha tras él y después de pasar un día y medio esperando al director de la cadena de televisión en la puerta, consigue que cuenten su historia en un programa de televisión. Así localiza al muchacho y el propio programa los escolta hasta la aldea y les entrega un camión lleno de material para la escuela y dinero para que, entre otras cosas, el niño pueda volver a estudiar. Después del reencuentro, Zhang cierra el film con una escena en la que primero muestra las mesas con cajas llenas de tizas de colores y Wei les pide a los niños que cojan cada uno una tiza y escriban una palabra en la pizarra. Y como colofón del happy end con arco-iris de palabras incluido, unos títulos nos informan de que el 15 % de los niños que abandonan la escuela pueden regresar gracias a las donaciones del Hope Project.

 

Hasta aquí, y si nos quedamos en una lectura simplista, puede parecer que el director efectivamente halaga el trabajo del Hope Primary School, sino fuera porque la información y el drama están fuertemente entretejidos con un hilo de ironía —ironía que Wang (2005) tilda de “giro postmoderno”—. Y es que, tal y como apunta Zhang (2001), el director va dejando caer una serie de puntadas que hay que tener muy en cuenta: La pintada del muro que hay de camino a la escuela que reza «la educación es la fundación de la prosperidad del país»; el oscuro túnel que separa el campo de la ciudad; la verja de hierro del canal de televisión que Wei no está autorizada a atravesar; y la canción que el profesor Gao intenta enseñar a la maestra sustituta. Esta canción, en concreto, dice «Nuestra patria es un florido jardín. Hermosas flores lo adornan» y continúa «el cálido sol brilla sobre nosotros» pero el profesor desiste. Desiste porque sabe que Wei no la va a recordar, pero también porque en la propaganda china las flores simbolizan a los niños de la patria y el sol al Partido Comunista; ese partido que se olvida constantemente de las flores del medio rural, a pesar de que diariamente hagan de forma diligente los ejercicios de formación en el patio y alcen la bandera.

Wei Minzhi, la niña que personifica el estereotipo de campesina, ni siquiera ha ido al instituto y no sabe cómo lidiar con los alumnos, con lo que recurre a la muletilla «el profesor Gao lo dijo» para hacer valer su autoridad. Porque autoridad y jerarquía es lo único que entienden. Ni siquiera va a la ciudad a buscar a Zhang Huike por responsabilidad, sino por los 10 yuanes extra que le ha prometido el profesor Gao si no pierde a ningún alumno. Pero además, la razón por la que no puede entrar en la cadena de televisión es porque no tiene ningún tipo de identificación; y esto es porque las niñas siguen siendo menos valoradas que los niños y, a causa de la política de hijo único, muchas niñas no se registran con lo que no tienen ningún derecho a la educación.

Y es que la brecha urbana-rural, ricos-pobres se deja sentir desde el principio hasta el final. Incluso entre las casas de Zhang Huike y el jefe de la aldea, o en los ridículos 15 yuanes (dos euros) que les paga el dueño de la fábrica a los 26 niños por mover 1500 ladrillos en dos horas. Pero también en la forma en que tienen los urbanitas de tratar a los niños del campo que deben sobrevivir gracias a la picaresca.

No obstante, la palabra clave de este docudrama es espectáculo, pues debemos entender el mensaje ambivalente del film sobre el Hope Project cuando se equipara al espectáculo televisivo (Wang, 2005: 3). Así, lo que Zhang nos presenta es un espectáculo dentro de otro espectáculo: un drama construido dentro de otro drama construido. Y es que me parece muy interesante lo del “giro postmoderno” que afirma Wang; esa idea de que la imagen especular se ha hecho con el poder de nuestra sociedad en detrimento de la palabra. Y esto nos lo demuestra la enseñanza “en desuso” a base de copiar textos en la escuela rural en contraposición con dos escenas en las que me gustaría entrar en detalle.

La primera escena es la de la Wei Minzhi escribiendo los carteles de búsqueda. Cien carteles a mano, con pincel y tinta son la muestra del tipo de educación tradicional que ha recibido. La música enternece la escena y el plano de los viajeros durmiendo en torno a ella, intensifican su soledad. Uno de ellos se acerca y lee uno de los carteles: «¿Cómo se avisa? No hay dirección, ni teléfono, ni número de busca, ni de móvil. ¿Cómo te van a avisar? Si alguien ve tu anuncio en la calle, ¿a dónde se dirige? ¿Dónde está la aldea de Shuiquan? ¿De qué distrito es? ¿De qué comarca? La gente es muy perezosa para levantar el teléfono, ¿quién tiene tiempo para escribir? Nadie te va a escribir incluso si sabe algo. La tinta no se ve bien, la has mezclado con agua ¿quién lo va a leer? Incluso con 500 carteles con foto tus posibilidades son pocas. Ese método ya no sirve. Es inútil». Luego le propone poner una denuncia en la policía, «pero la autoridad tampoco tiene tiempo para buscar a un niño. Un pequeño anuncio en el periódico tampoco serviría, porque nadie lo leería». Así, los límites de la palabra escrita quedan expuestos. «Lo más efectivo es la televisión». La imagen mediática es lo más poderoso.

 

 

 

Y la segunda escena, es la del programa de televisión. Cuando el director del programa la recibe en seguida ve una oportunidad de oro: invitarla a un transmisión de máxima audiencia sobre la educación en las áreas rurales. Primero, un primer plano de la presentadora introduciendo el tema de la entrevista y luego abre plano para incluir a Wei Minzhi. Así, sin ni siquiera ofrecerle un cambio de ropa, la niña contrasta fuertemente con la presentadora y con la imagen idílica del campo que tienen como escenario; imagen que ella misma mira extrañada como si no la identificara. Ante las preguntas de la presentadora e intimidada por la situación Wei se queda sin palabras. Zhang corta y nos muestra el mismo plano en ángulo con las cámaras de televisión grabando el programa, para luego pasar a un primer plano de la maestra: «su familia es humilde [la de Zhang Huike]», consigue balbucear. Vuelve entonces el plano frontal de la presentadora y Wei Minzhi, pero la niña vuelve a quedarse muda y la presentadora aprovecha entonces para hacer un llamamiento a la sociedad. Insiste entonces en la importancia de que Wei diga unas palabras a Zhang Huike. «Mira fijamente al objetivo e imagína que es Zhang Huike». Entonces el primer plano del objetivo de la cámara se torna imponente, y Zhang inicia un plano-contraplano entre la maestra y el objetivo, en el que la niña rompe a llorar ante la mirada conmovida de la sociedad que representa la presentadora en plano lateral. En ese momento el drama real de la educación en las aldeas rurales se ha convertido en un objeto de consumo, escópico y auto-complaciente.

 

Afortunadamente, Zhang Huike puede ver el programa y lo localizan. Pero lo más sensacionalista casi está por llegar, con la presentadora y los cámaras llevando a los niños a la aldea y escoltando a la furgoneta con el material escolar —nótese que la furgoneta lleva un lacito y todo—, y el alcalde siendo entrevistado en el mismo muro que habíamos visto al principio. La nota disonante la pone Zhang Huike cuando le preguntan qué es lo que más le ha impresionado de la ciudad y responde que tener que pedir limosna. Para mí esta frase lo resume todo, pues el equipo del programa vuelve a su vida en la ciudad complacidos consigo mismos, pero el derecho a la educación en las zonas rurales se solventa con limosna. ¿Y el 75 % de los niños que no reciben ayuda del Hope Project?

Bibliografía:
Teng Margaret Fu (2005) «Unequal Primary Education Opportunities in Rural and Urban China». China Perspectives [En línea], 60, junio de 2008. <http://chinaperspectives.revues.org/500>
Wang, Chengzi (1999). «Project Hope and the Hope School System in China: A Re-evaluation». Education Policy Analysis Archives, 7 (28).
Wang, Y. (2005). «From the indexical to the spectacle: On Zhang Yimou’s postmodern turn in not one less». Journal of Film and Video, 57 (3), pp. 3-13.
Zhang, Fang (2013). «China’s rural education at risk». China.org.cn,, 8 de enero. <http://www.china.org.cn/china/2013-01/08/content_27618239.htm>
Zhang, X. L. (2001). «A film director’s criticism of reform China: A close reading of Zhang Yimou’s Not one less». China Information, 15 (2), 131-139.

Una Respuesta

  1. albano23

    Me parece un gran analisis, pero la introducción histórica echando con perdón toda la culpa a Mao, cuando la culpa, de la brecha fue por el ala derechista, de los sucesores de este, es desconocer por completo la historia china maoista o del 1949 hasta la muerte de “El gran timonel”. Es una película auteniticamente anti comunista, por mucho, que quiera el director burlarse de la educación recibida, cuando el mismo salio adelante, gracias a esa educación en tiempos de Mao. Puedo entender que denuncie el sensacionalismo y lo de los medios de comunicación, etc, pero a eso llegaron por culpa, del gobierno derechista que no comunista, que el sigue defendiendo, a eso se le llama hipocresia.

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